Las autoridades electorales guatemaltecas convocaron oficialmente el viernes a sus elecciones generales en la que casi nueve millones de ciudadanos elegirán en julio a su presidente y vicepresidente, al Congreso, a sus 340 alcaldes y a los 20 representantes al Parlamento Centroamericano.

Como suele suceder en el vecino país, se trata de una elección compleja, con una oferta inmensa de casi 30 partidos políticos, con candidatos veteranos y nuevos, que no solo tienen que resolver los problemas de los guatemaltecos como la violencia delincuencial o la economía, sino también problemas estructurales de exclusión y la profunda penetración del narcotráfico en virtualmente toda la vida nacional.

Guatemala tiene una economía pujante y un bajo endeudamiento, ha crecido sostenidamente y eso en gran parte a un empresariado que apuesta en grande por su país. Pero la clase política suele ser el principal obstáculo para su avance y desarrollo.

La corrupción ha sido un problema recurrente en Guatemala y en los últimos años varios presidentes fueron procesados. A eso hay que sumarle que en los últimos meses, varios de los fiscales más valientes que encabezaron las investigaciones contra la corrupción, ahora son encarcelados en vendettas judiciales ya condenadas por la comunidad internacional.

Es difícil pronosticar quién ganará la elección presidencial de julio o su segunda vuelta. Las encuestas ya arrojan algunos favoritos o favoritas, pero ese país nos ha acostumbrado a ver sorpresas. Ojalá que prevalezca la sensatez, se mantenga la estabilidad y la certidumbre y las próximas autoridades logren encontrar el camino para resolver las dificultades que enfrenta el vecino país.