Toda democracia fuerte necesita partidos de oposición fuertes. Ninguna democracia puede existir sin diversidad de pensamiento, sin pluralidad. La pluralidad siempre enriquece a las naciones. Por el contrario, las sociedades de pensamiento uniforme -llenas de autómatas obedientes- no son democráticas como sucede en Corea del Norte.
Ciertamente la simpatía o afinidad por ARENA y el FMLN se han terminado debido a la colección de errores de sus gobiernos y a la pésima forma de hacer oposición, desde que unos y otros eran gobierno hasta nuestros días. Pero los partidos políticos -de diversas tendencias- son actores indispensables que reflejan las diferentes formas de pensamiento de una sociedad.
Como sociedad democrática, es necesario ver alternativas, opciones de pensamiento, una oposición democrática, constructiva pero crítica, inteligente, propositiva, poniendo los intereses de la población por encima de los intereses personales o sectarios. Sin partidos de oposición no hay democracia, no hay alternabilidad ni hay pluralidad de pensamiento.
Que el votante goce de alternativas es positivo, pero si la propia oposición a un año de las elecciones no tiene la certeza sobre posibles candidatos o sus personajes más visibles -los diputados de oposición- no tienen seguridad de que se van a presentar a la reelección, entonces esa oposición parece perdida tras dos elecciones consecutivas en que salió derrotada.