El tema de la calidad educativa es una preocupación recurrente para todos los salvadoreños. Todo padre de familia quiere que sus hijos tengan acceso a una buena educación, a una buena formación académica para convertirse en personas productivas y personas de bien, buenos ciudadanos.
Pero tenemos un rezago educativo enorme, de décadas. A esto ha contribuido el conflicto, la falta la falta de una reforma educativa constante, el descuido de muchos gobiernos y escasa planificación y visión de futuro. Y luego vino la pandemia que con las clases en línea sumó deficiencias.
Nuestos niños y jóvenes necesitan que se los forme con los conocimientos esenciales para su futuro y además, los adapte a la modernidad tecnológica del mundo de hoy, así como al idioma inglés.
No se debe promover automáticamente y de forma masiva a los estudiantes. No se les puede engañar ni a ellos ni a sus padres con pasar de grado sin los conocimientos necesarios. Hay que admitir que tienen deficiencias y que esas solo se trasladan al año superior o lo que es peor, a los fracasos en las universidades.
El país entero necesita un compromiso profundo para mejorar su calidad educativa porque esa es la garantía de su progreso y prosperidad económica.