El papa Francisco describió el viernes a Daniel Ortega y su dictadura de manera contundente y viniendo del jefe de la Iglesia Católica es una sentencia lapidaria hacia un régimen al que le quedan escasos defensores en el mundo.

Francisco describió a Ortega como una persona desequilibrada, que dirige una dictadura al estilo comunista de 1917 o de la dictadura hitleriana de 1935.

Además, el papa denunció la detención del obispo Rolando Álvarez a quien describió como “un hombre muy serio, muy capaz. Quiso dar su testimonio y no aceptó el exilio”.

El papa Francisco tardó demasiado en hablar de Ortega y de la persecución contra la iglesia católica nicaragüense pero lo ha hecho de manera categórica y con la descripción perfecta sobre un régimen que viola los derechos humanos de manera asquerosa y ha convertido a Nicaragua en una cárcel, sin las más mínimas libertades y derechos fundamentales. Docenas de miles de nicaragüenses han tenido que exiliarse debido a la persecución.

Expertos de Naciones Unidas precisamente habían comparado la semana pasada los crímenes de lesa humanidad de Ortega con los cometidos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial. Ese régimen es una mancha terrible en la historia de Centroamérica, un asqueroso ejemplo para que el resto de países de la región no repliquen una dictadura oprobiosa y corrupta.