Está claro. La migración siempre es el último recurso. La gente no quiere abandonar a sus seres queridos, la tierra donde nace y crece, su ambiente, su comida, sus amigos, su clima y sus sueños. Solo situaciones extremas como la violencia, la pobreza, los desastres naturales o la pandemia provocan las olas migratorias que hemos visto en los últimos años en nuestros países.
Pero para evitar la migración irregular es vital combatir las causas, incluyendo la violencia y la pobreza. Miles de salvadoreños y centroamericanos migraron ilegalmente hacia Estados Unidos por la violencia de las pandillas, por la falta de oportunidades laborales o la inestabilidad política y los conflictos armados.
El estudio revela que el 43% de los niños entrevistados tienen la “intención de quedarse” en sus comunidades, mientras que el 24% tienen “clara intención” de migrar. Incluso, en zonas muy empobrecidas e inseguras, donde más sufre la población, más personas deciden quedarse que irse, señala la publicación.
El desafío de los gobiernos y de la sociedad es crear las condiciones de seguridad, las oportunidads laborales y el acceso a educación y salud para que nuestra gente no se siga yendo, para no perder más generaciones de ciudadanos que van a dar su aporte social y económico a sus destinos y que el país pierde como valor humano.