El lanzamiento de un misil balístico intercontinental por parte de Rusia a Ucrania la semana pasada desató temores y advertencias de que una escalada militar rusa podría traer consigo el riesgo de una tercera guerra mundial, especialmente debido al comportamiento beligerante de Rusia bajo el liderazgo de Vladimir Putin. Desde la invasión de Ucrania en 2022, el mundo ha presenciado una escalada de tensiones internacionales que recuerda los días más oscuros de la Guerra Fría. Aunque los conflictos globales rara vez tienen una sola causa, el papel de Putin como catalizador de esta amenaza no puede ser subestimado.

Desde que asumió el poder, Putin ha buscado reafirmar a Rusia como una superpotencia global. Su estrategia se ha centrado en desafiar el orden internacional establecido tras la Guerra Fría, al tiempo que recurre a tácticas de fuerza militar, propaganda y manipulación geopolítica. La anexión de Crimea en 2014 marcó un punto de inflexión en esta estrategia, pero la invasión a gran escala de Ucrania ha sido el mayor desafío al derecho internacional desde la Segunda Guerra Mundial.

Al desestabilizar Europa Oriental, Rusia ha tensado las relaciones con la OTAN y ha puesto a prueba los límites de las alianzas occidentales. Este enfoque no solo amenaza la paz en Europa, sino que también tiene implicaciones globales, ya que otras potencias, como China, observan con atención las respuestas internacionales para ajustar sus propios movimientos estratégicos.

El apoyo militar de países occidentales a Ucrania, junto con las amenazas veladas de Rusia de utilizar armas nucleares, ha elevado el nivel de peligro. Este contexto plantea un escenario en el que un error de cálculo o una escalada no intencionada podría desencadenar un conflicto de mayor escala. Además, las alianzas estratégicas de Rusia con países como Irán, Corea del Norte y China podrían ampliar aún más el alcance de un eventual enfrentamiento global.

Por muy lejos que pudiéramos estar de los escenarios de guerra, un conflicto mundial tendría consecuencias significativas para El Salvador, a pesar de que el país podría no estar directamente involucrado en los combates.

El Salvador podría sufrir impactos económicos en las remesas, la caída de exportaciones y el aumento de precios ya que las guerras globales suelen interrumpir las cadenas de suministro y disparar los precios de bienes esenciales como alimentos, combustibles y productos electrónicos. Esto podría agravar la inflación.

Además, como un país importador de gran parte de sus alimentos, los cortes en las cadenas de suministro globales podrían provocar desabastecimiento y aumento de precios.
El Salvador importa la mayoría de su petróleo. Un conflicto global podría aumentar los precios del combustible y generar una crisis energética.

De manera que hay que analizar los escenarios y prepararnos ante cualquier posibilidad de escalamiento bélico que nos pudiera afectar. Esperemos que la sensatez prevalezca y se desvanezca toda tensión.