Por décadas, en nuestra tumultuosa Centroamérica se ha hablado de Costa Rica como “La Suiza centroamericana”, como una referencia a la vida tranquila y pacífica de la que ha gozado ese país con fama de tener además, la democracia más sólida de la región.

Pero hace un par de años que Costa Rica empezó a sufrir una ola de homicidios que tiene alarmados a sus ciudadanos. Según el Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica, la inseguridad -con un 41.3%- es hoy la principal preocupación de los costarricenses y el ministro de Seguridad admite que es “un cáncer que no fue detectado a tiempo”.

Los homicidios -que llegan a 777 en lo que va del año- se han incrementado más de un 40% y en gran medida son atribuidos a bandas de narcotraficantes, luchas entre bandas y sicariato. Para muestra del nivel de gravedad, Estados Unidos anunciaba ayer sanciones contra un reconocido narcotraficante del caribe costarricense, algo impensable hace unos años en ese país.

Los costarricenses tienen ante sí el dilema de cómo enfrentar esta grave amenaza ya que su legislación no parece tener las herramientas para empezar esta inesperada situación y se quejan, por ejemplo, de que los jueces suelen liberar a criminales.

El Salvador sufrió mucho por las bandas criminales que durante casi tres décadas asesinaron, extorsionaron, violaron, robaron y secuestraron a miles de salvadoreños. Esperemos que los costarricenses encuentren pronto un camino para solucionar esta situación y no vean agravar su realidad.