Justo el viernes cumplíamos un aniversario más del terremoto de 2001 y otro sismo que afecta la zona fronteriza con Guatemala nos hizo despertar los recuerdos. Unas 60 viviendas han sido afectadas por los sismos en municipios de Ahuachapán, además de otros daños en municipios vecinos guatemaltecos.

Y es que vivimos en un país altamente sísmico. Un país que ha tenido más de 70 terremotos importantes en los últimos cuatro siglos -además de incontables réplicas- dejando una marca de daños en viviendas y estructuras, así como un importante número de pérdidas de vidas humanas. La historia salvadoreña nos muestra cómo la vida ha tenido que irse adaptando a esas realidades.

Pero además de las medidas de apoyo económico que se les da a las víctimas de los sismos, es importante atender la salud mental y el impacto psicológico que traen consigo.

Los temblores y terremotos causan pánico, son eventos traumáticos e incontrolables que amenazan nuestra integridad física y psicológica y esto causa alteraciones a la salud mental tanto a corto como a largo plazo. Las personas tienden a sufrir confusión, miedo, un estado de irrealidad, shock e histeria.

El miedo ante un terremoto es una reacción psicológica que se produce ante un riesgo o amenaza, puesto que es algo que no se puede controlar y, por tanto, no se puede hacer nada para evitarlo. Por eso es importante la atención psicológica para enfrentar la pérdida de bienes o de seres queridos. La protección a la salud mental debe ser un elemento central dentro de la atención a los daños por los sismos. Resulta de gran relevancia tratar los síntomas emocionales que pueden aparecer después de un evento traumático como el que está viviendo la gente en San Lorenzo y zonas aledañas.