El gran historiador griego Heródoto de Halicarnaso decía que: “Nadie es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba”. Esa frase la vemos hecha realidad en cada conflicto que ha acontecido en el mundo desde hace siglos y no es diferente a lo que vemos en estos momentos en Medio Oriente.

En números fríos, el primer mes de conflicto entre Israel y la banda terrorista Hamás, más de 10 mil personas ya han muerto. Lo más doloroso es que la inmensa mayoría han sido civiles inocentes de ambas partes. Los primeros -los israelíes- atacados por los terroristas de Hamás aquel 7 de octubre mientras descansaban en sus casas o asistían en un concierto al aire libre. Los segundos, víctimas del contrataque de Israel a la Franja de Gaza.

La guerra es horrible. Venga de donde venga y en El Salvador sabemos de eso. Por eso conmueve ver a la gente que sufre -de ambos lados- a causa de este conflicto.

El papa Francisco reiteraba el domingo sus llamamientos a un cese de los combates entre Israel y palestinos, a la liberación de los rehenes y a suministrar ayuda humanitaria a Gaza, donde la situación es “muy grave”. Y rogaba un cese al fuego.

Es lo que los hombres y mujeres de buena voluntad quieren en todo el mundo: La Paz. El fin de un conflicto horroso que a diario suma más víctimas, más gente obligada a abandonar sus casas y caer en la incertidumbre de qué viene mañana. Esperemos que las ametralladoras cesen de sonar y se encuentre un camino a la armonía y convivencia de las naciones.