En El Salvador y el resto de Centroamérica llevamos varias semanas sufriendo de una ola de calor que solo parece intensificarse conforme pasan los días. Las lluvias se han asomado pero sin la fuerza de otros años y el pronóstico del fenómeno de El Niño empieza a mostrar su cara más desagradable.

Todos los pronósticos apuntan a menor cantidad de lluvias este año y una posible sequía. Incluso la vecina Honduras ya estableció una alerta por la sequía en seis departamentos, incluyendo dos fronterizos con nuestro país. Es decir, el asunto viene serio.

Tristemente esta ola de calor es consecuencia del deterioro progresivo del medio ambiente, en nuestro caso por décadas escuchamos las advertencias sobre la deforestación excesiva del país, escuchamos también que la inmensa mayoría de nuestros ríos están contaminados y además, vemos cómo la basura que lanza la gente a las calles se va por los tragantes y provoca inundaciones.

Todos estos males son consecuencias de la conducta humana y Centroamérica es de las regiones más vulnerables. Una de las consecuencias de esa vulnerabilidad es precisamente la migración. La gente ya no puede subsistir en condiciones así.

Nos advirtieron por las últimas décadas sobre el calentamiento global y muchos ni siquiera lo creyeron, algunos todavía no lo creen, y entre esos incrédulos hay políticos, empresarios, tomadores de decisiones. Mientras el Medio Ambiente no sea prioridad del país, de la región y del mundo entero, seguiremos sufriendo más olas de calor, más sequías y más inundaciones frecuentes.