Muchos analistas aseguran que la próxima gran guerra que enfrente el mundo será una guerra por el agua. Ayer que se celebraba el Día Mundial del Agua, las preocupaciones manifestadas exacerban esos temores.

Según Naciones Unidas, entre 2.000 y 3.000 millones de personas sufren escasez de agua en el mundo, un problema que pronostican que se agravará en las próximas décadas. A la vez, crece la contaminación del agua y se multiplican los desastres meteorológicos extremos como consecuencia del cambio climático.

La Organización de los Estados Americanos decía ayer que la acelerada pérdida de los glaciares sudamericanos afecta la provisión de agua para consumo humano, uso agrícola y generación de energía hidroeléctrica en el sur del contiente. Además, las sequías y escasez de agua que afectan a Centroamérica y el Caribe están ocasionando mayor pobreza, inseguridad alimentaria y migración e incrementan las brechas de género.

Concretamente en El Salvador, el Ministerio de Medio Ambiente ha advertido en los últimos años que la contaminación de los ríos y lagos alcanza el 90 % o más. Además tenemos una recurrente escasez de acceso al agua potable, no solo en el área metropolitana sino también en zonas rurales donde se accede a través de ríos o pozos sin tratamiento alguno del agua.

El Ministerio de Medio Ambiente calculó que para 2022 el 80 % del territorio nacional entraría en niveles de estrés hídrico, fenómeno que se da cuando se contaminan lagos, se secan ríos y se abusa de los mantos acuíferos. A esto se suma que durante tres años consecutivos, del 2014 al 2016, El Salvador tuvo déficit de lluvias y, posteriormente, una reducción de los caudales de los ríos, en 2017 y 2018. De manera que los pronósticos son difíciles.