Pero una acertada investigación de las autoridades determinó que Joel Omar Valle Leiva la había asesinado después de una serie de antecedentes de violencia psicológica, física y económica en contra de ella. Un tribunal terminó sentenciando el lunes a Valle Leiva a 50 años de prisión por el delito de feminicidio agravado. Un castigo ejemplar para un sujeto que era un abusador que maltrató a su víctima hasta después de muerta.
La jueza especializada sostuvo que Valle abusó de la relación de confianza que existía entre él y su esposa, se aprovechó de su vulnerabilidad y cometió misoginia (odio a las mujeres), al haber tirado su cuerpo en basurero. En su fallo, la jueza señaló que esperaba que este caso fuese un ejemplo de violencia contra las mujeres y reflexionó que aunque el esposo era un graduado universitario, la violencia está en todas partes, en alusión a que el condenado era un odontólogo.
Y esa es la gran tragedia de nuestra sociedad. La violencia contra las mujeres no tiene estatus social ni económico, los casos ocurren en todos los estratos y es un mal que debemos erradicar. Para ello debemos educar en el respeto a las mujeres desde la infancia. Las autoridades deben ser contundentes en investigar y castigar estos casos para que no haya otra Flor destruida por feminicidas.