La desaparición de Flor García conmovió a Cojutepeque y al resto de la sociedad salvadoreña cuando se reportó en marzo de 2021. Luego se descubriría que su esposo la había asesinado en su propia casa, inventado el cuento de la desaparición y la lanzó en un basurero. donde fue descubierto su cuerpo en junio de ese mismo año. El sujeto creía que había cometido el crimen perfecto e inventaba historias falsas a las autoridades creyendo tener la coartada adecuada.

Pero una acertada investigación de las autoridades determinó que Joel Omar Valle Leiva la había asesinado después de una serie de antecedentes de violencia psicológica, física y económica en contra de ella. Un tribunal terminó sentenciando el lunes a Valle Leiva a 50 años de prisión por el delito de feminicidio agravado. Un castigo ejemplar para un sujeto que era un abusador que maltrató a su víctima hasta después de muerta.

La jueza especializada sostuvo que Valle abusó de la relación de confianza que existía entre él y su esposa, se aprovechó de su vulnerabilidad y cometió misoginia (odio a las mujeres), al haber tirado su cuerpo en basurero. En su fallo, la jueza señaló que esperaba que este caso fuese un ejemplo de violencia contra las mujeres y reflexionó que aunque el esposo era un graduado universitario, la violencia está en todas partes, en alusión a que el condenado era un odontólogo.

Y esa es la gran tragedia de nuestra sociedad. La violencia contra las mujeres no tiene estatus social ni económico, los casos ocurren en todos los estratos y es un mal que debemos erradicar. Para ello debemos educar en el respeto a las mujeres desde la infancia. Las autoridades deben ser contundentes en investigar y castigar estos casos para que no haya otra Flor destruida por feminicidas.