La reciente y breve imposición de la ley marcial por parte del presidente surcoreano Yoon Suk Yeol es un recordatorio inquietante de que ninguna democracia está completamente a salvo de deslices autoritarios, incluso en países considerados modelos de transformación democrática como Corea del Sur. La decisión de Yoon, que tomó por sorpresa no solo a su ciudadanía, sino también a aliados estratégicos como Estados Unidos, subraya la necesidad de vigilancia constante para proteger los valores democráticos.

Desde su transición democrática en 1987, Corea del Sur ha sido un ejemplo de resiliencia y progreso, pasando de un régimen militar a una de las democracias más vibrantes de Asia. Sin embargo, el episodio actual pone en evidencia las grietas que pueden surgir incluso en sistemas democráticos consolidados. Si bien la ley marcial fue rápidamente revocada ante la contundente oposición ciudadana, el daño político para Yoon podría ser irreversible.

El contexto político en Corea del Sur ya estaba profundamente polarizado antes de este incidente. El enfrentamiento entre el gobierno conservador de Yoon y una oposición progresista con mayoría parlamentaria ha llevado a un estancamiento legislativo y una atmósfera de confrontación que exacerba las tensiones. Este ambiente tóxico parece haber alimentado la decisión de Yoon, que podría interpretarse como un intento de consolidar su poder frente a los desafíos internos.

Las señales de una inclinación autoritaria ya eran evidentes. En discursos recientes, Yoon había demonizado a opositores políticos como “supuestos comunistas”, un lenguaje que recuerda los días oscuros de la Guerra Fría y las dictaduras militares del pasado. Esto, sumado a su inexperiencia política, ha generado preocupación tanto dentro como fuera de Corea del Sur sobre su capacidad para liderar en un momento de crisis.

Aunque la medida de Yoon representa un retroceso preocupante, la respuesta rápida y firme de la sociedad civil surcoreana es un signo alentador. Las protestas masivas que obligaron a revertir la decisión muestran que la ciudadanía no está dispuesta a aceptar un retorno al autoritarismo. Este episodio puede servir como un catalizador para fortalecer la democracia en Corea del Sur, al recordar a los líderes políticos la importancia de la reconciliación y la gobernabilidad inclusiva.

En un contexto global donde las democracias enfrentan amenazas crecientes, desde la consolidación de líderes autoritarios hasta el aumento de la desinformación, el caso surcoreano ofrece lecciones cruciales. La vigilancia ciudadana, la fortaleza institucional y la presión internacional son esenciales para mantener a raya las tentaciones autoritarias, incluso en las democracias más avanzadas.