Diversas organizaciones que ayudaban a mantener activo el albergue denunciaron que el lugar se había convertido en un blanco fácil para que las pandillas buscaran extorsionar y agredir físicamente a los indocumentados.
También alertaron que el acoso al funcionamiento del albergue provenía de agentes municipales, quienes en diversas ocasiones cometían abuso de autoridad al momento de hacer revisiones a los migrantes amparados en refugio, y los arrestaban sin motivo alguno.
Las organizaciones y el personal del albergue señalaron que la zona fronteriza cerca del muro con EEUU es un punto recurrente donde la delincuencia acecha a los migrantes, y lamentaron que no exista un verdadero apoyo por parte de la policía para controlar esta situación delictiva en la zona.