Desde que tenía 14 años el joven salvadoreño Jorge Alvarenga dice que se convirtió en uno de los miles de niños centroamericanos que sufren la separación de sus padres, que se fueron a buscar una oportunidad a EEUU, mientras él sorteaba desafíos en El Salvador con una familia incompleta.

Alvarenga revivió su triste separación con su madre durante una entrevista con el Servicio Católico de Noticias (CNS) en Washington, a donde viajó en julio pasado para asistir a una capacitación como jefe de la oenegé Cáritas en el campus de la Universidad Católica, sin imaginar que durante su breve estancia su madre se reencontraría con él.

El pasado 31 de julio y tras haber concluido su curso en la Academia de Líderes Católicos las lágrimas volverieron a correr por el rostro de Alvarenga mientras se hundía en un abrazo con su madre cerca del lugar donde se capacitaba. La madre salvadoreña ese día viajó desde otro Estado para ver a su hijo.

“Ella nunca pudo conseguir un trabajo estable y tocó muchas puertas (en El Salvador)”, contó Alvarenga el 26 de julio al CNS. “Ella trató de convertirse en vendedora... muchas cosas diferentes... pero la noche antes de irse, nos dijo: 'Necesito sacarlos adelante en la vida. Si me quedo aquí, todos nos moriremos de hambre'”.

El joven profesional dice que su padre había abandonado a la familia, así que su madre desesperada prestó dinero, buscó un “coyote” e inició el viaje. Ellos se quedaron en El Salvador con su abuela materna.

“Maduré muy rápido. Prácticamente era un niño criando a un niño”, dijo Alvarenga, al recordar que en esos 17 años tuvo que asumir la responsabilidad de su hermana menor.

Sin un padre en la casa, dependía de él inscribir a su hermana en la escuela cada año, asistir a las reuniones de padres y maestros, cuidar a su abuela enferma y administrar el dinero que su madre enviaba desde EEUU.

Jorge Alvarenga habla en el campus de la Universidad Católica en Washington el 26 de julio sobre estar separado de su madre durante 17 años después de que ella emigró a los EEUU desde su natal El Salvador. Foto del SNC-Rhina Guidos
Jorge Alvarenga habla en el campus de la Universidad Católica en Washington el 26 de julio sobre estar separado de su madre durante 17 años después de que ella emigró a los EEUU desde su natal El Salvador. Foto del SNC-Rhina Guidos



“Siempre tuve muchas responsabilidades, pero Dios es tan grande, todo salió bien”, asegura Alvarenga, quien con el dinero que le envió su madre pudo asistir a la universidad, graduarse de Trabajo Social, y guiando a su hermana para que prosiguiera en la escuela. Ahora ella está cerca de graduarse con un título en Derecho.

“Mi madre llamaba todos los días, '¿Están los dos en casa? ¿Comiste?'”, preguntaba entre sus turnos de trabajo, recuerda Alvarenga.

Dice que en las videollamadas que sostenían periódicamente, les mostraba algo sobre su vida en EEUU, a menudo desde pequeñas habitaciones que alquilaba en apartamentos subterráneos en el noreste, que le permitían ahorrar dinero para enviar a casa, para la escuela y para cuidar a su abuela.

Después de que Alvarenga se graduó de la universidad comenzó a desarrollarse profesionalmente y con el tiempo y la experiencia se convirtió en director de Cáritas en el norte de El Salvador. Contó que comenzó a ahorrar dinero para poder obtener una visa para ir a EEUU a ver a su madre, ya que su estatus migratorio ilegal le impedía viajar.

Su pedido de VISA fue negado varias veces.

Pero a mediados de este año la vida le tenía una sorpresa. Le concedieron la VISA para su capacitación y al finalizar el curso su madre llegó para recontarse con él durante cinco días, y aprovechar al máximo el tiempo límite que EEUU le había otorgado para permanecer en Washington, donde nunca imaginó que volvería a ver a su mamá.