Siria conmemora este lunes un año desde la caída del régimen de Bashar al Assad, derrocado por una ofensiva combinada de rebeldes y yihadistas liderados por el grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS). En este periodo, el país ha experimentado un frágil proceso de transición encabezado por el exlíder de HTS, Ahmed al Shara, quien busca legitimidad internacional mientras enfrenta una aguda crisis humanitaria y severos desafíos en seguridad y gobernabilidad.
El colapso del régimen, que se mantuvo en el poder desde 1971 tras un golpe de Estado liderado por Hafez al Assad y sucedido por su hijo Bashar en 2000, se consolidó entre el 27 de noviembre y el 8 de diciembre de 2024, cuando los rebeldes tomaron control de Damasco tras avanzar desde Idlib. Bashar al Assad huyó a Rusia en medio del desplome de su estructura militar y política.
La ofensiva coincidió con un alto el fuego en Líbano entre Israel y Hezbolá, mientras aliados clave del régimen, como Irán y Rusia, se encontraban debilitados o distraídos por otros conflictos, dejando al gobierno sirio expuesto tras años de guerra civil.
Desde su llegada al poder, Al Shara —también conocido como ‘Abú Mohamed al Golani’— ha buscado reformar la imagen del nuevo gobierno ante la comunidad internacional. Su participación en septiembre ante la Asamblea General de la ONU y su histórica visita en noviembre a la Casa Blanca, donde se reunió con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reflejan su intento de legitimación. Durante esa visita, incluso se fotografió jugando baloncesto con altos mandos militares estadounidenses.
Este giro diplomático ha dado frutos parciales. Países como Estados Unidos, Reino Unido y miembros de la Unión Europea han levantado algunas sanciones, lo que ha sido presentado por Al Shara como un esfuerzo para reactivar la economía y facilitar la llegada de ayuda humanitaria.
Persisten los conflictos y las denuncias
Pese a los avances internacionales, la situación interna de Siria sigue marcada por conflictos armados, abusos y tensión social. La desarticulación del aparato de seguridad vinculado al régimen alauita generó conflictos entre antiguos oficiales y nuevas fuerzas, ahora conformadas por exrebeldes y yihadistas. En marzo, un levantamiento liderado por un exfuncionario de Al Assad fue aplastado violentamente, con denuncias de ejecuciones sumarias y desapariciones.
En la provincia de Sueida, los enfrentamientos entre comunidades beduinas y drusas dejaron más de 1,000 muertos y obligaron al desplazamiento de decenas de miles. La intervención de las fuerzas de seguridad a favor de los beduinos desató una crisis regional, que Israel aprovechó para lanzar ataques aéreos y ocupar posiciones estratégicas en defensa de los drusos.
El portavoz del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Thameen al Keethan, reconoció que las nuevas autoridades han tomado algunos pasos positivos, pero advirtió que son “solo el inicio” de un proceso más amplio de justicia. Mencionó casos de asesinatos arbitrarios, secuestros y ataques selectivos contra minorías o personas relacionadas con el régimen anterior.
Israel, por su parte, ha intensificado su presencia militar en Siria. Aunque se ha mostrado dispuesto a negociar con el nuevo gobierno, exige como condición una zona tapón desmilitarizada en la frontera. En paralelo, sectores radicales han criticado a Al Shara por su acercamiento a Occidente y por sumarse a la coalición internacional contra el Estado Islámico, considerando que ha traicionado los principios yihadistas de su pasado.
Crisis humanitaria y pobreza extrema
A nivel humanitario, Siria sigue enfrentando condiciones críticas. La Agencia de la ONU para los Refugiados estima que más de 16 millones de personas necesitan asistencia urgente. Las infraestructuras básicas como agua potable, centros de salud y escuelas están destruidas o colapsadas, mientras que la mayoría de refugiados que han retornado encuentran condiciones igualmente precarias.
Desde la caída del régimen de Al Assad, más de 1.2 millones de refugiados y 1.9 millones de desplazados internos han regresado a sus hogares, según datos de la organización Save the Children. No obstante, el 90 % de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y el acceso a servicios básicos sigue siendo limitado.
Rasha Muhrez, directora de Save the Children en Siria, advirtió que “muchas personas quieren regresar a sus hogares, pero se encuentran con la devastación y la falta de servicios básicos”. Añadió que la infancia debe estar al centro de la reconstrucción y urgió a la comunidad internacional a mantener la inversión. “La crisis está lejos de haber terminado”, concluyó.
