Piotr Oczkowski, maestro de piano bajo el método de la escuela Chopin/Deppe/Caland, visitó El Salvador para hablar sobre una nueva forma de comprender, amar y sentir la música.
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El maestro Piotr Oczkowski en el Museo Marte, San Salvador / Cortesía
Es delgado, alto —bastante alto— y elegante. La sobriedad en su rostro puede confundirse con seriedad, especialmente porque suele ser parco en la sonrisa, al menos al primer trato. Su mirada clara, sin embargo, es amable y escrutadora, como si tuviera conciencia del impacto que puede provocar su imagen en quien le conoce. Su nombre es Piotr Oczkowsi y es uno de los pocos maestros en el planeta que enseñan el piano bajo el método de la escuela Chopin/Deppe/Caland. Vive desde hace varios años en Detmold, Alemania, en cuya afamada Academia Superior de Música es profesor titular y dirige el Centro de Jóvenes Talentos.
Está en El Salvador de visita por segunda ocasión, invitado de nuevo por su amiga, la también pianista Cynthia Coscio, mitad ucraniana, mitad boliviana, y que ha hecho su hogar entre nosotros desde 2018.
Hablar con ambos es una delicia, no solo por la pasión que comparten por la música sino por el noble propósito que acarician desde que se presentaron juntos aquí: ¿No podría ser San Salvador, se han preguntado, un lugar ideal para fundar una escuela de pianistas especializados en el método que domina el maestro Oczkowsi?
Su historia.
Piotr nació en Cracovia, Polonia, pero a muy temprana edad se mudó con su familia a Venezuela. Su padre era músico y lo introdujo naturalmente en ese mundo. A la edad de 11 años ya estaba dando conciertos como solista junto a la Orquesta Sinfónica de Maracaibo, ciudad en la que residía. Estudió en la Universidad de Bloomington, Indiana, y luego con el maestro Friedrich W. Schnurr en la Academia de Detmold. Tras obtener el “Bachelor of Music” en 1990, hizo sus estudios de posgrado en Múnich; luego, desde 1997, se puso bajo la tutela del maestro brasilero Marco Antonio de Almeida, quien le cambió la vida gracias a su muy particular pedagogía.
En la Universidad Martin Luther en Halle, con una calificación de excelencia, Oczkowsi obtuvo su “Master of Music and Methodology” en el año 2000, y aunque trabajó algunos años en esa institución como catedrático de piano, finalmente en 2007 aceptó el nombramiento en la Academia Superior de Música de Detmold, donde hasta ahora vive con su familia.
Chopin/Deppe/Caland.
Uno de los más célebres compatriotas de Piotr, Federico Chopin (1810-1849), es al piano lo que Walt Disney es a la animación: una especie de piedra fundacional, sombra tutelar y perenne tópico. Es imposible estudiar piano sin estudiar a Chopin. Pero para ejecutar cualquier pieza en piano, advirtió el compositor y profesor alemán Ludwig Deppe (1828-1890), no basta saber música, sino que es importante evitar que la forma de ejecutar termine destruyendo los hombros, las manos y las muñecas de los pianistas. Así nació un método de enseñanza que luego sería sistematizado por una de las principales discípulas de Deppe, Elizabeth Caland (1862-1929).
Al que más he interpretado es a Chopin, sin duda, ¡pero es que se trata de mi compatriota!”. Piotr Oczkowsi, maestro de piano bajo
El instrumento no es el piano.
Al estudiar con oficio y dedicación la escuela Chopin/Deppe/Caland, el maestro Piotr Oczkowsi ha reconocido en ella mucho más que solo una metodología exitosa para aprender a tocar piano; entendió que estaba delante de una forma integral de amar, sentir y proyectar la música. Por eso se ha atrevido a poner en duda esas fronteras entre la teoría y la práctica que por siglos han sido definidas, en apariencia, por lo estético y lo técnico. “El instrumento no es el piano”, me dice con convicción, “sino el cuerpo. En realidad se trata de un principio muy simple, pero del que no siempre se tiene conciencia en el mundo de la música. Deppe se preguntaba por qué los pianistas llegaban a una edad madura con tendinitis, artrosis y otros problemas asociados al teclado. Y entonces se dio cuenta de que aspectos como la postura, la colocación de las manos o el movimiento de los hombros y los brazos eran fundamentales para evitar achaques e incluso ejecutar con mayor libertad”.
Aunque hoy resulte difícil saber a ciencia cierta cómo enseñaba Ludwig Deppe —él nunca escribió un libro sobre su técnica pedagógica—, lo que sí resulta indudable es la trascendencia que para él tenían la relajación, la flexibilidad y la “caída libre” de la mano sobre el teclado, como formas de reducir el esfuerzo muscular intencional. El maestro Oczkowsi ha descubierto los beneficios adicionales de seguir estas pautas. “Luego asumes”, afirma, “que la libertad del movimiento te otorga nuevas perspectivas de interpretación, porque una mano pesada, por el contrario, te cierra posibilidades. Entonces observas desde otros ángulos esa coordinación del cuerpo y la mente que es esencial para cualquier músico, y que en definitiva es la magia del arte que viaja en ese ciclo perfecto cuyo cierre es, en mi caso, el oído del espectador”.
“Ni la música ni el alma tienen limites”.
Y efectivamente, esta magia se produce. Cuando en el Museo Marte, la semana pasada, se abarrotó el salón Ernesto Álvarez Córdova para escuchar a Piotr Oczkowsi y Cynthia Coscio, los asistentes no pudimos menos que aplaudirles de pie. El maestro polaco interpretó la “Sonata No. 3 en Sí Menor”, de Chopin, con una cadencia brillante: resuelta en el allegro, vital en el scherzo, profunda y bucólica en el largo. Cada nota parecía tocar una fibra del alma humana; cada matiz agregado por el uso del pedal —cuyas posibilidades Piotr maneja con asombrosa destreza— era un zarpazo a la sensibilidad. Como público, sencillamente, nos rendimos ante ambos ejecutantes.
“Ni la música ni el alma tienen límite”, me había dicho el maestro Oczkowsi un día antes. “Solo la conjunción del ánimo del instrumento humano con la generosidad del instrumento musical pueden hacer posible la ofrenda de una pieza de arte. Por eso ninguna interpretación puede ser mecánica, robótica, desprovista de emoción y experiencia. Cuando me siento al piano lo hago por completo: con toda mi historia, mis heridas, mis estados de ánimo, mis ilusiones. Y como mi alma no tiene límite, igual que el alma de cada persona en el público, el resultado musical que se produce entre nosotros tampoco tiene límite. Y tal vez de eso se trate un buen concierto: de compartir una experiencia de infinito”.
¿Se puede decir algo más acertado sobre la grandeza del arte de la música y la afortunada pasión de sus devotos? No lo creo.
El dato
Franz Schubert y Johannes Brahms son creadores de música vieneses del siglo XIX pertenecientes al periodo del romanticismo, a quienes Piotr afirma que “les debe mucho”.