La ropa al revés, la estampita de San Expedito, la foto de Maradona o la abuela en la misma silla que la última vez. Los argentinos cumplen su ritual de cábalas y palpitan la final ante Francia en Catar 2022 con más alegría que angustia.

"En el partido que perdimos con Arabia me puse la (casaca) celeste y blanca con el “10”, después con México me la puse dada vuelta y ganamos. De ahí en más la usé al revés siempre y no paramos de ganar. Cuando resulta, la cábala jamás se rompe, es cosa de fútbol", dice Julio Tresto, un fanático de Boca Juniors de 55 años.



En su barrio de Flores este domingo "no hay asados", ritual dominguero de carne cocida a la parrilla, explica Julio.

"El horario del partido (al mediodía de Argentina) no lo permite, ¿Quién se queda pegado al asador? Nooo, hay que aguantarse, cervecita y algo liviano para picar si es que pasa bocado", asegura.

En casa de Graciela Castro (58, diseñadora) en Almagro, donde sobran los hinchas de San Lorenzo, el club de los amores del papa Francisco, los rituales futboleros se cumplen a rajatabla.

"¿Cábalas? unas cuántas: mismos calzones, misma remera, no voy al baño en todo el partido y, claro, putear (insultar) al enemigo finamente, porque es francés", dice con picardía y una sonrisa.

Alma Mauri, de 15 años es una estudiante secundaria de Avellaneda fanática de Racing.

"Para los partidos uso la misma remera de Argentina sin lavar desde el segundo partido y pongo todas las figuritas del mundial sobre la mesa", explica.

Para Guillermo Martínez, socio e hincha de Boca, el ritual es muy particular: "Me siento cruzado de piernas con el pie apuntando hacia el arco rival, en el otro tiempo cruzo las piernas para el otro arco", explica.

Su pareja, Mónica Gómez, lleva consigo dos estampitas de San Expedito, un santo pagano al que se suele peticionar "favores urgentes", una fotografía de su hija y un autógrafo de Diego Maradona que atesora con pasión.

Daniel Valencia, que integró la selección campeona del mundo en Argentina 1978 rechazó una invitación de la FIFA para ir a ver la final a Catar.

"Mi hijo se enojó, no entendía por qué no viajaba y yo le contesté que me iba a entender cuando fuera padre", dijo.

El campeón mundial privilegia verlo en familia, un ritual imposible de romper.

"Siempre vemos los partidos en el mismo lugar. Yo creo que esa tradición es una locura porque los años no pasan en vano y uno piensa mirá lo que estoy haciendo, pero yo sigo usando, por ejemplo, el calzoncillo al revés y nos sentamos en el mismo lugar, hasta mis hijos agarraron esa costumbre", reveló.

Cristian Oberosler (54) y Lucrecia Airaldi (50) están divorciados, pero verán juntos la final. El primer partido ella lo vio con su actual pareja y Argentina perdió. El segundo lo vio con su exmarido y la hija de ambos en un bar de Palermo y fue victoria. Desde entonces siguió la ceremonia y la repetirá "el domingo en la misma mesa reservada para la ocasión", explica ella.

En la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada (gobierno), y a lo largo de la céntrica avenida 9 de Julio se multiplicaron vendedores ocasionales de banderas argentinas.

El martes pasado cuando Argentina venció 3-0 a Croacia en semifinales, una marea celeste y blanca copó las principales ciudades argentinas con festejos que se prolongaron por horas. "Esperemos repetir", dice Mario.