Además de la atención psicológica, La Factoría también ofrece la remoción de tatuajes para las personas que salen de prisión. / Diego García

El espacio surgió en septiembre de 2017 para apoyar a personas exprivadas de libertad y retornadas en ciclos de violencia, con la finalidad de evitar que regresen a las cárceles y se reinserten a la sociedad.

Por medio de “estrategias y acciones que previenen el reingreso y la reincidencia de las personas en conflicto con la ley se promueve la reinserción y reintegración social de aquellos que están vinculados a la violencia”, dijo Cecilia Moreno, directora de Proyectos y Alianzas de La Factoría Ciudadana.

Moreno indica que mensualmente salen 200 personas de las cárceles en este país. Hasta el 30 de marzo de este año, según la Dirección General de Centros Penales, se registraban 1,704 personas en fase de confianza y semilibertad.

Algunas de estas personas son captadas por La Factoría a través de ministerios cristianos, que difunden al interior de los recintos la encomiable labor que la entidad realiza.

Primero “se hace una entrevista, después elaboramos un diagnóstico, luego un plan de tratamiento y en el plan de tratamiento hay actividades como terapia sicológica individual, consejería, talleres psicoeducativos para el fortalecimiento de habilidades blandas, talleres de formación laboral, de emprendimiento, grupos de autoayuda, círculos para fortalecer habilidades y ofrecemos también servicio para remoción de tatuajes, además se ha habilitado un área de gimnasio y desarrollamos talleres de arte terapia”, explica Edwin López, director de Tratamiento y Rehabilitación.

En el espacio también se imparten clases de inglés, se brinda alimentación y se cuenta con un área para niños.

La mayoría de hombres atendidos son diagnosticados con trastorno antisocial de la personalidad,  mientras que las mujeres presentan trastorno límite de la personalidad y trastorno de personalidad por dependencia, este último se da cuando las féminas han tenido relaciones sentimentales con pandilleros y en ese nexo sentimental fueron utilizadas para cometer delitos.

Kony Méndez, trabajadora social de La Factoría, agrega que muchas de las mujeres atendidas fueron obligadas entre los 11 y 12 años a iniciar relaciones sentimentales con pandilleros, una situación que las llevó a perder la autonomía de sus cuerpos y cambiar sus vidas.