El Salvador aún buscaba sanar las heridas del terremoto del 13 de enero de 2001, la tragedia de Las Colinas de Santa Tecla, Comasagua y otras zonas del país, cuando otro fuerte sismo sacudió el territorio nacional, dejando un saldo de 315 muertos, unos 3,319 lesionados, 92 soterrados, 275,013 damnificados y 44,750 viviendas destruidas, según datos finales del Sistema Nacional de Protección Civil.

Eran las 8:22 de la mañana del 13 de enero de 2001, cuando la población salvadoreña fue sorprendida por otro sismo, cuya intensidad fue de 6.6 grados en la escala de Richter. El pánico se apoderó de niños, jóvenes, adultos y ancianos, corriendo de un lado hacia otro buscando refugio. Muchos empleados salían desesperados de sus lugares de trabajo con destino hacia los centros educativos, donde estaban sus hijos.



El pánico y el nerviosismo hizo de las suyas mientras la catástrofe ocurría. Minutos más tarde, ante una aparente calma, sirenas abiertas de ambulancias sonaban desesperadas, la red telefónica y el transporte público colapsó.

Lo peor fue la zona paracentral. Municipios enteros vieron derribadas sus viviendas. Poblaciones de las zonas de los Nonualcos, en La Paz, vieron todo derrumbarse, excepto un par de edificios: la iglesia católica, la alcaldía o la delegación de la PNC.



Poblaciones como Cojutepeque, Candelaria, Verapaz, y otras zonas aledañas se vivieron la misma situación.

Los estragos que causó el terremoto en los departamentos de San Vicente, La Paz y Cuscatlán, fueron por la localización del epicentro y la profundidad del fenómeno. Su origen fue en San Pedro Nonualco, La Paz, con una profundidad de 8 kilómetros, eso causó que la energía que se liberara provocara ondas expansivas, que causaron más impacto en estas zonas.