El 15 de septiembre de 1902, a las 7:00 de la noche, se registró un fuerte maremoto que generó un poderoso tsunami que golpeó con ferocidad la costa de Guatemala y El Salvador, pero con mayor impacto en la zona costera de La Libertad, Ahuachapán y Sonsonate.

En la Barra de Santiago, Ahuachapán, los pobladores contaron a periodista y viajeros que debido al fenómeno se levantaron olas que tenían la misma altura que “los cocoteros”, los cuales alcanzaban aproximadamente los 20 metros de alto, un poder nunca antes visto que arrasaba con todo a su paso.

La cantidad de agua que el mar expulsó hacia los poblados de La Barra de Santiago era tan fuerte que tardó tres horas en desaparecer y volver al mar, un poderoso daño que fue constante por casi tres horas, destruyendo casas, terrenos y cobrando la vida de muchas habitantes.

Este mismo daño causó el tsunami en las zonas del Puerto de Acajutla y La Libertad, así como pueblos de la Costa del Bálsamo y Garita Palmera, que ante la escasa población costera dejó aproximadamente 100 muertos entre todos los poblados afectados, donde casas y edificios fueron destruidos ante la inmensa pared de agua salada.

Imagen DEM.
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“Todo el litoral de la Costa del Bálsamo, entre los puertos de Acajutla y La Libertad, fue abatido por este fenómeno”, cuenta el historiador Jorge Lardé y Larín en una de sus muchas crónica y recopilación de desastres.

Este fenómeno marcó historia dentro de los sucesos que hirieron terriblemente el territorio nacional, en donde hasta la fecha no se registra uno igual o de mayor intensidad en El Salvador.

Lardé y Larín escribió en 1937, citando testimonios de varios sobrevivientes, que “en el caserío de Garita Palmera... perecieron ahogadas dos niñas, pero en la barra o desembocadura del río Paz”, “ahí la hecatombe ha revestido más grandes proporciones. A tal punto que en la tarde del día 18 se habían recogido 12 cadáveres, golpeados gravemente... faltan en el caserío más de 28 individuos. La inundación se verificó en tres golpes de agua”.

El historiador también describió el desolador panorama de la tragedia en la Barra de Santiago a partir de un informe cablegráfico, usualmente usados por corresponsable y gobiernos para informar a la comunidad internacional.

Larde y Larín contó que en esos reportes se decía que la Barra de Santiago “quedó reducido a escombros. El mar se salió de sus límites invadiendo una gran extensión de terreno y se retiró tres horas después”.

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Estampa de una desgracia

El cronista dice en su relato que los “perros de los que hace poco habitaban la Barra de Santiago, viven hoy aullando en el cementerio en el que fueron sepultados sus amos; y da lástima verlos atravesar el estero cuando ven llegar gente , para ir a reconocerlos, creyéndolos sus amos”.

Históricamente El Salvador es un país con una activa sismicidad y el riesgo de experimentar terremotos, deslizamientos de tierra, aludes y tsunamis catastróficos solo es cuestión de tiempo y condiciones. Puede suceder en cualquiera momento porque estamos ubicados en un tramo del cinturón de fuego del Pacífico.