Se le conoce como la "Pompeya de América", en alusión a la antigua ciudad romana que fue destruida por la erupción del volcán Vesubio en el año 79 d.C. Al igual que esta ciudad histórica, Joya de Cerén emergió de las cenizas de las erupciones de cuatro volcanes entre las que figuran la del lago de Ilopango en el año 535 d.C y la del Loma Caldera, en el 650 d.C.
Las capas de cenizas, a pesar de que obligaron a la población a huir y cubrieron el lugar, terminaron protegiéndolo del paso del tiempo.
La arqueóloga Michelle Toledo celebró haber podido rescatar rasgos intactos de "la vida doméstica de un pueblo maya del Clásico Tardío que fue sepultado por una erupción volcánica y que gracias a esto se conservó de manera excepcional".
"Es como una cápsula del tiempo", dijo la experta a la AFP.
Convertido en museo arqueológico, el lugar estuvo protegido con un techo provisional por varios años, insuficiente para evitar su deterioro.
Obras para repotenciar el museo con una inversión de 1,3 millones de dólares permiten ahora observar las estructuras en todo su esplendor, con información en varios idiomas, incluso en lenguaje braile.
"Ya que tenemos áreas más techadas podemos iniciar proyectos de investigación con excavaciones y así obtener más información del sitio", comentó Toledo, quien participa de las labores de exploración.
En el museo se observa una abundante colección de cerámica que tiene plasmada la fauna del entorno como cangrejos, aves y monos.
Descubierto en 1976, Joya de Cerén es el único sitio con una aldea prehispánica bien conservada, donde se puede apreciar la forma de vida, así como rituales, agricultura, comercio, administración del espacio y hábitos alimenticios de ese periodo.
En Mesoamérica "todo lo encontrado son pirámides, templos, palacios, y nosotros tenemos aquí el día a día de la cultura maya, las formas de cultivo, qué era lo que comían, cómo vivían, cómo construyeron sus casas, entonces esa es la importancia que tiene el sitio", señaló a la AFP Roselia Duarte, una de las guías el sitio arqueológico.
Los habitantes de la aldea maya, según Duarte, vivían de forma "bien organizada" al tener un dormitorio, una bodega, una cocina y una estructura de uso público para toda la comunidad.
El temazcal, un recinto que funcionaba como sauna para "una purificación" religiosa, y la casa de la chamana destinada a la adivinación, son dos de las estructuras que ahora pueden apreciarse en su totalidad, tras la remodelación.