Parecen mansos corderos cuando uno los ve sentados en el piso, con la cabeza agachada y la cabeza rapada. Visten de blanco, con esposas y grilletes en pies y manos. Tienen una mascarilla y parecen escuchar con atención. Alguno desvía la mirada hacia los periodistas que toman fotos o vídeos. Pero todos miran hacia adelante, en silencio, a un hombre en sus 30, de pantalón azul y camiseta blanca que les predica una lectura bíblica que habla del pecado y la redención.

Pero lejos de ese piso de concreto, los 15 hombres postrados darían miedo. La mayoría con tatuajes en todo el cuerpo, hasta en el rostro y la cabeza, son definidos por las autoridades como peligrosos pandilleros, con historias de asesinatos y extorsiones.

Los hombres forman parte de los miles de pandilleros recluidos el Centro de Confinamiento para el Terrorismo (CECOT), inaugurada en febrero pasado por el presidente Nayib Bukele, quien aseguró que tiene una capacidad de 40,000 reos.

Reos frente a su celda para ser revisados por las autoridades.  / Á.C.
Reos frente a su celda para ser revisados por las autoridades. / Á.C.




En una tensa calma.

Los días en el Centro de Confinamiento para el Terrorismo (CECOT) transcurren en una tensa calma, entre la dureza que representa la megacárcel de máxima seguridad y la cobertura básica de necesidades.

Entrar al CECOT es complicado. A varios kilómetros de ahí, hay que pasar por retenes policiales y militares que verifican que uno tenga autorización para pasar en lo que las autoridades definen como zona restringida.

Luego al ingresar, hay que quitarse hasta los calcetines y no llevar ningún aparato electrónico consigo.

Hace mucho calor en la zona y la prisión está alejada de cualquier núcleo poblacional.

Rostros de desesperanza y resignación entre los reclusos. / Cortesía
Rostros de desesperanza y resignación entre los reclusos. / Cortesía



Adentro uno encuentra una prisión de película, con policías fuertemente armados que vigilan cada celda y otro grupo que desde arriba está atento a cada movimiento. Además, desde arriba se observa un pasillo con agentes de seguridad.

En el CECOT están recluidos los peores criminales de las pandillas 18 y MS 13 capturados durante el régimen. Y según explica el director de este penal, hay ranfleros, palabreros, jefes de tribus, gatilleros, homeboys, entre otros.

“Aquí están recluidos los pandilleros de más alta peligrosidad que, por décadas, han causado luto y dolor a las familias salvadoreñas. Sujetos que asesinaron y desaparecieron personas inocentes, trabajadores, estudiantes, niños y niñas; terroristas que causaron masacres, extorsiones, secuestros, robos”, dice el director del CECOT, quien pidió no ser identificado.

Rutina de ejercicios en uno de los módulos del CECOT. / DEM
Rutina de ejercicios en uno de los módulos del CECOT. / DEM

Día inicia a las 4 a.m.

Los reos son levantados a las 4 a.m. para su respectivo aseo; luego les entregan alimentos y medicinas en sus celdas.

En cuanto a la comida, delegan a uno para recibir todos las porciones que son pesadas previamente, una libra para cada uno. En el desayuno vimos que recibían casamiento, crema, dos tortillas y café. Al mediodía, arroz, coditos y tortillas.

Las autoridades consideran a todos los reos de alta peligrosidad y, al preguntarles sobre los tratos, aseguran que no hay torturas ni golpizas, aunque admiten que estar recluidos es duro.
Durante el transcurso de la mañana son sacados de las celdas en grupos y esposados, para la lectura de la Biblia; luego, reciben 30 minutos de ejercicios.

Personal de Salud entregaba medicamentos a los reos. / DEM
Personal de Salud entregaba medicamentos a los reos. / DEM



Cerca de las 10 a.m., los que tienen audiencias son llevados uno a uno esposados y con grilletes. Otros son llevados a un consultorio donde personal de Salud los atiende. Una doctora y una enfermera atienden a los reos. Todas las actividades se realizan bajo fuerte dispositivo de miembros de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO) y custodios que trasladan a los reos con grilletes cada vez que salen de las celdas.

El director explica que todos los días hacen revisiones en las celdas, como medida de seguridad.
En todas las celdas hay agua y las luces nunca se apagan en el CECOT.

Cuando uno pasa por las celdas se observan rostros cabizbajos, los reclusos parecen no tener una pizca de esperanza de salir. Se les ve desilusión aunque algunos mantienen miradas desafiantes.
Los reos están mezclados. A la par de un pandillero de la MS figura uno de su archienemiga 18. Entre ellos hay 15 sujetos considerados mandos nacionales de ambas bandas, criminales reconocidos por una serie de delitos.

“Categóricamente les digo que el criminal que ingresa al CECOT no sale. Ni siquiera puede, aquí adentro, ver la luz del sol. Aquí no se contempla a nadie, no hay privilegios de ningún tipo. Es la combinación de cumplimiento de penas, pero con el respeto de sus derechos”, asegura el director.

La vigilancia desde la parte más alta de los módulos. / Cortesía
La vigilancia desde la parte más alta de los módulos. / Cortesía

“Peor que Zacatecoluca”.

Dos reconocidos pandilleros, uno de la 18 y uno de la MS-13 fueron autorizados a hablar con periodistas durante la visita.

“Este penal es peor que Zacatecoluca; aquí, si uno se porta mal, lo mandan a una celda de aislamiento, no te torturan, pero te encierran”, dice Henry Napoleón Girón, de la pandilla 18, conocido como “El Kkiller de Monte 5”, en Soyapango.

Girón, quien ha sido pandillero 33 de sus 52 años de vida, tiene el rostro tatuado y con una mirada perdida. “Merezco estar aquí porque así pago mis errores”, dice. “Uno en las pandillas no tiene límites y le hace daño a personas inocentes”, agrega.

Girón dice que le pide perdón a Dios y a su madre por no ser un buen hijo y recomienda a los padres “que les den amor a sus hijos para que no busquen amor a las pandillas”.

La alimentación es igual para todos: una libra por tiempo de comida. / Á.C.
La alimentación es igual para todos: una libra por tiempo de comida. / Á.C.

“Condiciones muy feas”.

Por su parte, Alex Alfredo Ábrego Ábrego, conocido como El Goofy de la MS13 en San Vicente, afirma que “estas condiciones son muy feas para un ser humano” aunque reconoce que reciben atención médica y alimentación.

“Nos equivocamos cuando éramos niños y estas son las consecuencias, aquí no es color de rosa, la verdad es que es un centro penal donde estamos sometidos, tenemos que obedecer y someternos”, dijo Ábrego, quien ha sido pandillero durante 30 años.

“Lo que le sugiero no solo a mis hijos, sino a la juventud, que no vayan a cometer los errores de hacerse pandillero, porque las consecuencias son graves. No se hagan tatuajes, no se metan a maras, porque las consecuencias son graves por equivocarse en esta vida”, dice Ábrego.

“Aquí vivo meditando”, agrega. Poco después es llevado de regreso a la celda, con esposas y grilletes en sus manos.

La inmensa mayoría tiene tatuajes de pandillas en sus rostros. / Á.C.
La inmensa mayoría tiene tatuajes de pandillas en sus rostros. / Á.C.

El dato

El CECOT está en San VIcente, a 74 kilómetros de San Salvador. Tiene un muro perimetral de concreto de 11 metros de altura y 2.1 kms. de extensión, sin señal telefónica y con una sola carretera de entrada.