En todo El Salvador, el 3 de mayo se celebra el tradicional Día de la Cruz, una festividad religiosa cargada de simbolismo, que fusiona las creencias católicas con las raíces indígenas mesoamericanas.



La costumbre consiste en colocar una cruz elaborada con palo de jiote frente a las viviendas, decorada con papel de china en forma de cortinas o ondas, y adornada con flores y frutas de temporada como mangos, naranjas, guineos, sandías y uvas. Según la tradición, estos elementos representan gratitud por las cosechas y una petición por la llegada de lluvias.



El origen de esta festividad se remonta al hallazgo de la cruz de Cristo por parte de Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, según la historia católica. En América, sin embargo, la práctica también está ligada a antiguos ritos indígenas en honor a dioses como Xipe Totec y Tlaloc, relacionados con la fertilidad y la temporada de lluvias.



“Se conoce que después del día de la cruz comienza el invierno, entonces se encomienda por la cosecha y es por eso que le ponemos la fruta para que la cosecha abunde”, expresó Jaqueline Pineda, una fiel católica. Agregó además que “en realidad el fruto de la cruz es la sangre que derramó Jesús y ese mismo fruto tenemos que ser nosotros”.





La tradición de “vestir la cruz” inicia el 1 de mayo y culmina el 3, cuando en algunos pueblos se realiza una procesión que recorre las calles, pidiendo limosna y entonando cánticos religiosos hasta colocar la cruz en un altar preparado por la comunidad.



Aunque no existe una fecha precisa del inicio de esta festividad en El Salvador, se sabe que la costumbre fue promovida por los misioneros españoles que, ante la barrera del idioma con los pueblos originarios, usaban la cruz como símbolo visible de evangelización y la ubicaban en sitios públicos para oficiar ceremonias religiosas.



Durante esta jornada, cientos de hogares salvadoreños colocan altares y adornan sus cruces con frutas y flores, como una forma de mantener viva una tradición que honra la fe, la tierra y la esperanza en una buena cosecha.