Durante el fin de semana anterior se cumplieron 1,000 días de la aprobación de la medida constitucional del régimen de excepción en El Salvador. El mismo fue invocado por el presidente de la República Nayib Bukele luego de una masacra ordenada por cabecillas de las pandillas criminales que se registró entre el 25 y 27 de marzo del año 2022 cuando 87 fueron asesinadas en todo el territorio, dejando al 26 de marzo 2022 como el día con el mayor registro de homicidios intencionales con 62 asesinados, el día con más homicidios en 203 años de República.
Ya para ese momento la estrategia de seguridad denominada Plan Control Territorial había logrado disminuir asesinatos y delitos en la sociedad salvadoreña, pero de igual manera las pandillas tenían capacidad de operación y ordenaron esta masacre, sin imaginar que sería la decisión más errada, torpe, absurda y que les cambiaria el destino. Incluso fueron a tirar un cuerpo en el proyecto emblemático del presidente Bukele“Surf City”.
Lo que sería todo un proceso de varios meses, cambio, ya que el presidente convoco de emergencia al consejo de ministros, gabinete de seguridad y Fiscalía General de la República, el mismo 26 de marzo 2022 en plena masacre y se acordó comisionar al ministro de justicia y seguridad pública Gustavo Villatoro que acudiera a la Asamblea Legislativa a solicitar el régimen de excepción que se establece en la Constitución de la República en el artículo 29 y 30, la última medida para enfrentar situaciones de graves perturbaciones del orden público, invasión del territorio, guerra y otros, suspendiendo garantías constitucionales.
Desde ese momento se han aprobado treinta y tres prolongaciones por parte de la Asamblea Legislativa a quien le corresponde recibir el informe y evaluar la solicitud debido a que las condiciones de las amenazas persisten y siempre que concurra la necesidad de contar con este mecanismo extraordinario, para ello existe un análisis responsable de las condiciones que motivaron una respuesta extraordinaria del Estado ante el fenómeno de las pandillas criminales. El régimen de excepción es la herramienta jurídica y constitucional que facilitó y permitió una mayor eficacia y eficiencia del Plan Control Territorial.
Como resultado de estos 1,000 días de vigencia del régimen de excepción existen más de 83,700 registros de detenciones. Esta decisión ha sido un complemento e impulso a la estrategia del Plan Control Territorial que ya había generado importantes resultados en el combate a las pandillas y los delitos, antes del régimen de excepción se encuentra la evidencia de la disminución importante en delitos relativos contra la vida y el patrimonio. Los resultados, data e indicadores que disponemos en este lapso de tiempo que resultan en beneficios para la población algunos de ellos son: paz, seguridad, orden, el establecimiento de un estado de derecho diseñado y construido por salvadoreños, una relevancia a la seguridad pública e interior, desmantelamiento de las pandillas, captura de cabecillas, convivencia, la operatividad se encuentra reducida al mínimo, recuperación de espacios públicos, que las familias disfruten de la noche, la unidad del Estado en un objetivo común, y existe esperanza de que no se van a reactivar las pandillas y que el país puede establecer un modelo de seguridad pública y ciudadana diferente.
El régimen de excepción para la población que estaba gravemente afectada por los criminales de las pandillas significa y representa libertad, y alcanzar una paz que no se conocía y no se disfrutaba en El Salvador; la población espero el desmantelamiento de las pandillas como un milagro anhelado, esperado y una verdadera utopía. Han finalizado tres semanas de diciembre del 2024 y no se registran homicidios intencionales en El Salvador. Conmemoremos la denominada “noche buena” por el acontecimiento más glorioso, el nacimiento del mesías, el hijo de Dios hecho hombre, en un ambiente de amor, paz, sana convivencia, tolerancia, fraternidad, solidaridad y en acción de gracias por que disfrutamos de un El Salvador diferente, un país que parecía un sueño inalcanzable.
*Por Ricardo Sosa, Doctor y máster en criminología
@jricardososa