Hace casi dos meses murió uno de mis mejores amigos, el abogado Joaquín Eulogio Rodríguez Barahona, eso me pegó muy fuerte. Tenía 65 años, tenía aún mucha vida por delante, mucho que dar. Ha muerto y eso me ha pegado fuerte, muy fuerte.

Fue un abogado aguerrido, luchador como muy pocos, bueno, se convertía en un gladiador en estrados, con la característica de diseccionar la prueba presentada por los fiscales y lazar agudos y, también muy simpáticos e hilarantes zarpazos que deleitaban a la audiencia.

Con su esfuerzo y el apoyo de su amada Carito graduó a sus tres hijos, igualmente abogados. Con ello se dice todo: que tus hijos sigan tu propia carrera por su voluntad, sin presiones ni amenazas, sino porque toda su niñez y adolescencia observaron a su papá ejerciendo con amor y pasión su profesión, es la muestra más grande de respeto y admiración que pueda existir.

Cuando pensaba en escribir este panegírico, en la medida que avanzaba en la recopilación de anécdotas, ideas, sentimientos me fui percatando que, al hablar del Joaquín Eulogio, también hablaba de muchos colegas para quienes estudiar no fue miel sobre hojuelas, que tuvieron que enfrentar grandes sacrificios, sorteando dificultades nada fáciles de superar, pero que lo hicieron, y todo ello por la ilusión de llegar a coronarse como abogados; por ese amor y pasión a una profesión tan bonita, de una enorme y amplia importancia para el país, sirviendo a los intereses de muchas gentes, de las cuales no pocas son de escasos recurso. Un título que te permite ser el intermediario entre el Estado y la administración pública y de justicia y la ciudadanía en general que desconoce de todas las normativas, tramitología, burocracia, ineptitud, corrupción, arbitrariedades que existen en las oficinas públicas.

Su familia no era pudiente, tuvo que costearse sus propios estudios y cuando llegó a la universidad ya cargaba en sus brazos la responsabilidad de una pequeña niña, mi querida amiga Nancy Carolina, pero sin faltarle, eso sí, el apoyo de su inigualable esposa Carito, quien siempre fue su apoyo, su sostén y también su inspiración.

Una vez coronada la carrera fue un litigante de los buenos, participó en casos sonados como el de los militares que asesinaron a los sacerdotes jesuitas y un par de sus colaboradoras, caso de corrupción en FESFUT y tantos más. Se especializó en los casos de drogas, desbaratando muchas veces las pruebas falsas con las que las autoridades pretendían incriminar a inocentes. En fin, una historia exitosa en el ejercicio de nuestra amada carrera, lo cual lo hizo tener una cartera permanente de clientes de todo nivel y estrato social, sin que nunca su nombre haya sido manchado ni con una denuncia en la Sección de Investigación Profesional de la Corte Suprema de Justicia, que es la encargada de investigar la conducta en el ejercicio de la carrera de nosotros los profesionales del Derecho.

Era muy metódico, y me consta, porque yo estuve con él en un par de casos estudiando expedientes voluminosos para preparar bien una defensa. Se regía por un manual (construido con décadas de experiencia), con el cual lograba un orden espartano para analizar, a niveles subatómicos, folio por folio: numeración, fechas, hora, firmas, sellos, superficialidades como esas, pero que son muy importantes, y no se diga el desglosar las declaraciones de testigos, peritos, actas policiales, etc. Eso le aseguraba el éxito en sus casos penales. Por eso, merecidamente, pudo darse a él y a los suyos una vida decente, con sus lujos. Viajó mucho, conoció el mundo, otras culturas y se hizo de una amplia gama de amigos, entre los que yo me cuento como un privilegiado.

Un estudiante de derecho que tuvo que andar en transporte público apretado para llegar a sus clases, ya de profesional exitoso pudo darse el gusto de viajar en avión por buena parte del mundo.

Mi querido amigo, más que un pésame quiero celebrar tu legado, agradecerte por toda tu ayuda y apoyo cuando yo más lo necesitaba, la confianza que pusiste en mí, la escuela que me diste, el cariño y respeto que me profesaste. Pasar por esta vida y haber tenido un amigo como vos, es en verdad un gran motivo para sentirse agradecido, y más allá del pésame, quiero brindar por los hermosos recuerdos y los frutos que dejaste en esta tierra.