A más de cuarenta años de ese episodio que atesoro en mis recuerdos, pienso que el aprendizaje en la infancia para que obtenga su finalidad debe ser siempre una novedad, con participación activa, inclusiva y con respeto hacia esas mentes que empiezan a conocer, a maravillarse y a tratar de comprender cada entorno que no es igual para ninguno; y que también por medio del aprendizaje primario y adecuado cada infante tendrá la oportunidad de descubrir las bases que definirán las percepciones con las que asimilarán la vida y sus bemoles.
Sin duda para los educadores no es una tarea fácil. Mantener la atención, la motivación en cada niño o niña, evitar dar una temprana evaluación por aptitudes mostradas hacia las diferentes competencias educativas, porque no todos traemos las mismas facilidades de aprendizaje en ciertas áreas. Consabido y aunado lo anterior, en lo que respecta al sector público de la enseñanza, que la coyuntura política en nuestro país en constante afecta a un rubro tan importante como es la educación, quedando a la exposición faltantes desde infraestructura hasta condiciones laborales en menoscabo de docentes. Planteando de este modo, un reto inquietante para padres y maestros cada año escolar.
Con todo lo que pueda parecer en contra, las nuevas generaciones están allí presentes, expectantes, ávidas de conocimientos, listos para germinar en el conocimiento. Nuevamente la vida siempre recordando los comienzos pese a lo que suceda.
Decía Paulo Freire que los niños y niñas aprenden con todo el cuerpo, aprenden jugando. Que el juego se presenta como este espacio de acción del niño sobre la realidad; de la comprensión y la acción en el mundo; un espacio de descubrimientos y aprendizaje.
En los juegos los niños descubren, se apropian y confrontan al mundo en el que viven. (Freire & Guimarães, 1984). Pienso que así es, de niños no jugamos a medias, lo hacemos con todo el vigor que está en nuestra energía vital en esa etapa, somos auténticos porque estamos descubriendo y aprendiendo. Observamos y con los años atesoramos aquellas enseñanzas y vivencias que al día de hoy llevamos en nuestras esencias como un rastro en el camino andado.