Un gobierno autoritario lo defino como aquel que está dirigido por alguien que emite órdenes de forma antojadiza, sin fundamento, más por emociones o, en el caso de un autoritario inteligente, con base a un plan para eternizarse en el poder, pero siempre muy suyo...y siempre basado en el poder absoluto que ha conseguido.

El señor presidente, Nayib Bukele, no tiene un plan en el estricto sentido de la palabra y, por lo tanto, sus decisiones son caprichosas, pero es autoritario: yo, yo, yo.

El narcopresidente, Juan Orlando Hernández Alvarado, o el comandante izquierdista, antiimperio y ahora multimillonario (y sumamente capitalista), José Daniel Ortega Saavedra, sí tenían un plan definido. Don Nayib no, por eso da trompicones absurdos, pero que al fin y al cabo van en el camino del absolutismo.

La última de sus ocurrencias, con la que amanecimos esta semana, fue el cierre, la clausura, el desmantelamiento de la DIGESTYC. Para ser sincero, esta nunca fue una institución estatal que deslumbrara por su importancia en la nación, de hecho, a la inmensa mayoría de la gente ni siquiera le interesa este tema. Sin duda debería haber sido una institución de enorme importancia para los estudiosos, los estadistas, académicos, investigadores, etcétera, pero en todos mis años de vivir en El Salvador aparecía cada cierto tiempo, y después se desvanecía. Muy pocas veces citada en investigaciones.

No menosprecio su labor, solo digo que no ha tenido protagonismo como el de otras instituciones y, sobre todo, como debería tenerlo una organización pública que informa a la ciudadanía sobre las estadísticas (que no mienten) acerca de nuestras realidades.

En los Estados Unidos, las estadísticas confiables siempre están a la orden del día y sirven para tomar decisiones relevantes. La DIGESTYC tendría que haber sido igual. Eliminarla, darle un tiro de gracia, tirarla al basurero de la historia no parecería tan dramático, pero sí lo es, aunque haya sido tan anoréxica y famélica: al fin y al cabo era una fuente de información valiosa.

Pero bien: tengo una opinión diferente en cuanto a las razones del Presidente. Tengo una conclusión diferente a los demás generadores de opinión.

Dicen que con esta acta de defunción el autoritarismo bukeliano empezará con la acción macabra de modificar, falsear, trucar los números de la realidad salvadoreña, para poder vender (ante el mundo) la fantasía (una de tantas) que el país está en el mejor rumbo, en la mejor situación de toda su historia. Así como el buenote de Donald Trump que le encanta utilizar esos calificativos “como nunca en la historia”, “un gran trabajo”, “la mejor de las decisiones”, “el mejor grupo de colaboradores”. A mí se me antoja creer que no es así. No tengo pruebas, pero tengo las ganas de opinar distinto, y esas mis ganas me llevan a las siguientes conclusiones.

La primera evidencia: ese dineral que recientemente (este año) se aprobó para emponderar la institución, para mejorarla, modernizarla y convertirla en el instrumento que toda sociedad civilizada necesita... ¿qué pasó?

Quiere decir que el Presidente no tenía (en ese momento que mandó la orden a sus diputados) la idea de qué hacer con la DIGESTYC. ¿Para qué invertir en una institución que voy a hacer desaparecer dentro de pronto? Por eso insisto que es un dictador sin planes, y por eso reitero que no es tan simple la cosa. Se me antoja pensar, sin señalar con el dedo acusador, que se gastaron el dinero en otras cosas. Vaya a saber usted si ese billete se fue para comprar más bitcoins.

Tampoco estoy de acuerdo con los que aseguran que, pasando las funciones al BCR, las estadísticas serán manipuladas. ¿Es que acaso necesitaba nuestro todopoderoso señor Bukele deshacer una institución para manipular sus funciones y los datos que arroja? ¡Por favor!

Acá hay algo más, o quizá otra cosa o quizá no haya nada. Puede ser que tenga planes ocultos, que no lo creo, porque él no sabe de planes...su conducta está dictada por exabruptos. Puede ser que está tapando el ojo al macho. O también puede ser que nosotros sigamos tratando de adivinar para dónde lleva este pobre país.