La ajustada victoria electoral de Lula frente a Bolsonaro expresa con bastante claridad el cuadro interno que vive en este momento Brasil. Porque pareciera que no ha ganado el Partido de los Trabajadores (PT), por mucho que su bandera haya sido la más marcada, sino una suerte de amalgama político-social surgida frente a la posibilidad de la continuidad de un gobierno de claro signo antisocial y anti ambiental.

El regreso de Lula a la presidencia, sin embargo, es su despedida de la vida política (en este momento tiene 77 años) y sin duda en lo individual hará un esfuerzo extraordinario para que su aporte sea sustantivo. Lo sacaron del camino y ha vuelto a las andadas.

Es el tejido organizativo de cuño progresista de Brasil el que debe aprovechar este momento de respiro que facilita la salida de Bolsonaro. Los anteriores años de los gobiernos del PT no fueron todo miel sobre hojuelas. Hubo claroscuros, algunos segmentos sucumbieron a la corrupción y abrieron ese flanco por donde fueron torpedeados y desbarrancados. Decirlo con claridad no debería ser un problema.

Bolsonaro y sus aliados quedan con mucha fuerza como resultado de las elecciones de hace un mes donde también se eligieron gobernaturas y legislaturas. Bolsonaro, como quizá Trump en Estados Unidos, quedarán ahí, flotando, disponibles para intentar de nuevo irrumpir con su programa de furia conservadora.

Este es un momento de urgente imaginación política en Brasil. Se conjuró el peligro de la repetición de Bolsonaro, sí, pero eso por sí solo no significa mucho. ¿Cuál es el nuevo programa de cambio que está sobre la mesa? Hambre Cero, sí, está bien, pero qué más. En su breve discurso de victoria, esto es lo que ha dicho Lula.

Brasil es el país de mayor extensión territorial de América Latina (y el tercero del continente americano, por debajo de Estados Unidos y Canadá) y cuenta con una base material significativa y una interlocución internacional privilegiada. Este retorno a la presidencia de la república debería dar lugar, con celeridad, a un regreso a la escena mundial. Sobre todo en este momento que la locura de la guerra está ensombreciendo el pensamiento de quienes tienen que decidir el destino mundial.

El proceso de guerra que se ha desatado en el territorio de Ucrania como consecuencia de la invasión de Rusia, no hay que llamarse a engaños, forma parte de un escenario mayor donde las grandes potencias, Rusia y Estados Unidos, y los correspondientes aliados de ambos, están disputándose la preeminencia en el planeta. Está sucediendo en Ucrania, por varias razones, una de ellas es que está aledaña a Rusia, y cruzada por muchos conflictos ruso-ucranianos en los últimos 100 años al menos, pero las confrontaciones podrían ser en otros sitios.

¿Cuál será la posición de Brasil frente a esto? Porque no hay que olvidar que donde hay guerras hay productores de armas. Y Brasil es el más grande exportador de armas de América Latina y tal vez el número 24 en todo el mundo. ¿Un productor de armas puede propugnar por la paz? Curioso dilema.

Para América Latina la victoria electoral de Lula comporta también una oportunidad. Y es que provoca ruido a los que siguen haciendo cuentas alegres de que pueden desbaratar todo y no pasa nada. Además, podría contribuir a poner ‘orden’ y a dar ‘perspectiva regional’ a los varios países donde hay algún signo de cambio (Chile, Bolivia y Colombia).

Del resto de países es difícil decir lo que podría hacerse. En Perú, que por un momento pareció que daría un giro, ahora es claro que se le han trabado los ejes de la carreta, y su gobierno apenas si va dando algunos pasos a los tropezones, mientras el tiempo pasa y el arco de transformaciones que se planteó aguarda en el umbral. Lo de Venezuela, por donde se le vea, es complicado, y es un enigma (aunque Lula podría ser un buen interlocutor, quizá de mayor credibilidad y efectividad que el intento que hizo el expresidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero). Lo de México a saber cómo se come eso. A Cuba, Brasil, quizá deba verla aparte del conjunto latinoamericano, o quizá no. ¿Y esa anomalía en la que se ha convertido Nicaragua? ¿Y Honduras? Lula, si se lanza al empeño latinoamericano, hasta hoy trunco, deberá ir precisando posiciones. Con Argentina, el más grande de sus posibles aliados latinoamericanos, no pareciera haber dificultades, por ahora, o mientras el Frente de Todos gobierne.