En El Salvador se han desalineado todos los astros de la producción agropecuaria por motivo del cambio climático, problemas estructurales, y la falta de políticas y planes gubernamentales. Se confirma en más de un 90% la presencia del Fenómeno del Niño, caracterizado por el incremento de la temperatura del Mar Pacífico, que amenaza prolongarse hasta 2024. Este fenómeno contribuye al estacionamiento de elevadas temperaturas en ascenso -del que somos testigos todos los habitantes-, incidiendo en la llegada tardía del periodo de lluvias, el cual apareció con retraso de mayo a junio; una canícula más prolongada durante julio-agosto; un periodo previsiblemente seco para septiembre y octubre, como parte de un fenómeno climático irregular de pocas lluvias en zonas productivas. No hay duda de que, la zona más afectada es la franja sur del territorio nacional, con un déficit hasta del 40% de lluvias.
Los trágicos efectos de esta crisis no se han hecho esperar. De de una producción nacional ordinaria que en condiciones climáticas medianamente estables ha sido de 25 millones de quintales de granos básicos (18.8 millones de quintales de maíz; 2.4 millones de quintales de frijol; 2.9 millones de quintales de sorgo; 900 mil quintales de arroz) la sequía ya produjo pérdidas de 5.8 millones de quintales de esos cuatro granos básicos. Por lo tanto, la expectativa sombría es que la producción global se reduzca de los 25 millones de quintales, a 19.2, con riesgo de mayores pérdidas; y con el fatal pronóstico de extenderse hasta 2024. Sobre esta extensión de la crisis, El PMA (Programa Mundial de Alimentos) y la FAO de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación han advertido que El Salvador es uno de los 18 puntos críticos a nivel mundial donde se padecerá hambre.
La información sobre los efectos y amenazas de la crisis climática y estructural que padece el agro y la población, los conocemos más por el trabajo de CAMPO (Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios), que por el triste rol del MAG (Ministerio de Agricultura y Ganadería), de hecho, cualquier persona medianamente informada conoce a Luis Treminio, presidente de CAMPO, explicando la problemática; y muy pocos recuerdan quien es el actual y cuarto ministro interino del MAG en lo que va de este Gobierno, de la que debiera ser una importante cartera de estado. Los problemas del agro no son únicamente de los productores, repercuten en toda la población por el creciente precio de la canasta básica de alimentos y la carencia de una reserva estratégica de granos que garantice la seguridad alimentaria.
Los problemas estructurales del agro, además de la crisis climática, se agravan ante la falta de políticas, estrategias y planes del Gobierno debidamente consensuados con el propio sector. Es inminente una crisis crediticia ante la acumulación histórica de pérdidas que ameritarán del BFA (Banco de Fomento Agropecuario) mayores periodos de gracia, refinanciación, y hasta condonaciones por deudas impagables ante la gravedad de la crisis; la falta de inversiones en nuevos sistemas de riego y de iniciativas ante el alto precio de insumos; la falta mano de obra ante la creciente emigración y desplazamientos interno. Es un hecho la necesidad impostergable de la eliminación del IVA a los insumos agropecuarios y a la canasta básica de alimentos.
Por todo lo anterior, es incomprensible que el Gobierno haya dilapidado más de cuatrocientos millones de dólares en el fracasado proyecto del Bitcoin, y más de doscientos millones de dólares en la Juegos Centroamericanos y no disponga de recursos para reactivar el agro.