Me duele el fallecimiento de Carlos Alberto Montaner. Fue un amigo lejano. Lo vi unas cuatro veces. Lo consideré, antes de conocerlo, un cubano exiliado oportunista, pero luego vi en él a un liberal profundo, que adversaba un régimen totalitario inmerso en la absurda vorágine estalinista.

Como estudié Economía Soviética en la Universidad de Harvard, siempre hago énfasis en que no me fue difícil entender el absurdo esquema cubano, cuyo fracaso no es solo culpa del bloqueo, pues con este o sin este Cuba nunca podría competir en una economía internacional de mercado, ni desarrollarse internamente.

Además, si uno se pone a promover activamente el antiyanquismo —parafraseando a la izquierda—, ¿como puede esperar que “el yanqui” lo favorezca? Absurdo. Entendí los afanes de Carlos Alberto. Cuba se decantó por la URSS, esta fracasó y se acabaron los subsidios.

Carlos no era derechista; era liberal. Confundir el liberalismo económico, pues liberales políticos casi todos los costarricenses somos, es confundir la gordura con la hinchazón.

Me siento liberal político, pero nunca liberal económico. Carlos creía en ambas, y como liberal político que soy lo aceptada, no sin dejar de criticarlo en privado, haciéndole ver que si el mercado no se regulaba no funcionaba, y que sin el concurso del aparato estatal, no había planificación estratégica, ojalá participativa, necesaria para marcar el rumbo, ni seguridad, ni política social articulada nacional y funcionalmente.

Así como la gente de derecha pinta de extremista a quien sea una expresión del ámbito de la izquierda —craso error es polarizar—, la gente de izquierda no distingue entre un revolucionario manchesteriano y un rico acomodado conservador. Nada que ver uno con el otro. Respecto a Carlos Alberto, la izquierda nunca entendió esa sutileza.

Como director ejecutivo de la Federación de Entidades Privadas de Centroamérica y Panamá (Fedepricap), le ayudé a conseguir recursos en Centroamérica con el sector privado para su justa causa prodemocratización pluralista en Cuba; en otra ocasión, en Honduras, lo “junté” a desayunar con Rodrigo Carazo, quien se comprometió a llevarle un mensaje a Fidel. Carlos Alberto era “dialoguero”, pero nunca blandengue. Y Carazo, como John Lennon, siempre le daba una oportunidad a la paz.

En Caracas, atendiendo ambos la misma actividad, le pregunté si quería ser presidente de Cuba y me dijo tajantemente que no; que el presidente de una Cuba democrática republicana y pluralista tendría que ser alguien que se hubiera “volado” la dictadura dentro de ella. Eso me gustó, me conmovió.

Ese es el Carlos Alberto Montaner que conocí. Un luchador invencible. Como nos pasa a todos, la ley de la vida nos vence. Me duele su partida, pero deja un legado importante y positivo. Mis expresiones de pesar vayan a su compañera de toda la vida, sus hijos y quienes acogiendo sus nobles ideales y lo acompañaron siempre en su legítima lucha.