Es común que los salvadoreños seamos adictos a platicar entre amigos y a “componer el mundo” con nuestros análisis. Aquí en el país tenemos solución para las crisis que ocurren en cualquier país o región. Sin conocer hablamos con autoridad de los problemas en Palestina, en Siria, en Cuba, en China, en África y en cualquier otro sitio. “Si el mundo y los políticos nos hicieran caso, viviríamos todos en paz y en excelentes condiciones”. La ironía es que nunca nos hacen caso, porque casi siempre pasamos desapercibidos o porque nuestras propuestas de solución les deben parecer ilusorias, risibles, fantásticas, utópicas, sin contenido o descontextualizadas.
Traigo a colación lo anterior, por lo que ocurre en Cataluña y Venezuela, precisamente. Es obvio que ambos países están pasando crisis políticas, cuyos detalles o argumentaciones difícilmente conocemos los salvadoreños. Respecto a Venezuela los medios nos hablan de escasez de alimentos, crisis delincuencial, polarización extrema, violencia política, etc. Cada quien culpa a cualquiera que no sea su afín ideológico.
Si de Venezuela conocemos poco, de Cataluña conocemos menos. Lo que ocurre en esa región de la península ibérica tiene su propia interpretación e historicidad. La independencia de Cataluña de España, si es que se consuma alguna vez, es una realidad que atañe estrictamente a los catalanes y españoles, pero ya muchos súper analistas salvadoreños han comenzado a dar su versión de lo que acontece, a tomar posiciones y dar consejos.
Lo que es peligroso es cuando los dirigentes de los partidos y la sociedad civil, así como los mismos “analistas” adoptan posiciones que son creídas y dadas como ciertas por personas que, pecando de ingenuas, dan como valederas esas posiciones.
La semana pasada un grupo de salvadoreños afines a un partido de izquierda llegaron hasta la embajada de Venezuela en El Salvador para apoyar al presidente venezolano Nicolás Maduro y a la Constituyente, recién electa. Gritaban consignas contra los opositores venezolanos, sin siquiera mencionarlos porque no sabían sus nombres. Muchos de los que asistieron venían de comunidades del interior del país y no sabían a qué los llevaban, porque ellos van hacia donde los dirigentes políticos quieren llevarlos. Una de esas humildes personas dijo que “apoyaban a Maduro porque era el creador del chavismo”.
A un conocido le escuché decir que él amaba tanto al Barcelona de Messi, que apoyaba a Cataluña en su lucha independentista, sin saber que muchos catalanes apoyan la emancipación, pero a otros les da igual y habrá quienes se oponen.
Muchos opinamos o “analizamos” realidades sin conocerlas o sesgados por nuestra posición ideológica. Hay quienes rechazan que otros países interfieran en nuestra realidad, pero buscan incidir en la realidad de otros países. Lo peor es que hay quienes arrastran a quienes creen en ellos.
Sin ser un conocedor de las realidades que viven los venezolanos y los catalanes-españoles, lo único sensato que se me ocurre decir es que en ambos casos debe prevalecer el diálogo y la vía civilizada de la participación ciudadana. Los demás países del mundo deben mantenerse como observadores de lo que transcurre y a través de los mecanismos mundial y legalmente establecidos tratar de incidir, pero siempre respetando la autonomía de dichas sociedades.
En El Salvador tenemos que evitar manipular a la opinión pública y en el caso de los líderes o dirigentes políticos, abstenerse de crear fanatismos ideológicos, inconciencias, pronunciamientos estériles o acciones que no nos competen. Tenemos que respetar las soberanías de los pueblos para que respeten nuestra soberanía. Para Venezuela y Cataluña-España, la vía correcta es el diálogo y la participación democrática de sus ciudadanos. Los salvadoreños solucionemos nuestros problemas tan graves y cotidianos.
