Sí, lo sé, esta alocución latina se refiere a la muerte física del nazareno, pero no deja de ser interesante, para mí, aplicarlo a la muerte de la democracia con la inscripción de la candidatura de la reelección del mentiroso patológico que nos gobierna.

Me sorprende cómo un pueblo tan fuerte terminó arrodillado, pero me sorprende aún más que los baluartes de la Constitución, después de décadas de experiencia, también se sometieran: la Sala de lo Constitucional, el Tribunal Supremo Electoral y las Fuerzas Armadas.

Es que hasta personajes públicos que tanto lucharon por la democracia y tanto hablaban de la defensa de la Constitución se hayan sometido, como el vicepresidente Félix Ulloa o el analista Dagoberto Gutiérrez.

Ya se veía venir, esto del virus de la reelección se inoculó de a poco en las cabezas de los políticos, poco a poco, hasta tal punto de olvidar su historia, el por qué la reelección fue proscrita, los terribles daños que hizo a las sociedades de esta subregión. No deja de ser una locura que los que más lucharon contra los militares y su afán reeleccionistas hayan sido los mismos políticos civiles, los cuales muchos tuvieron que volverse igual que sus rivales de verde olivo: armarse y ser igual de crueles.

Hasta Costa Rica, la suiza de América, cayó en la misma enfermedad y por impulsos de su premio Nobel, Óscar Arias.

Mi amada nación, de las pocas que quedaban libres de ese mal, le llegó la hora y la bofetada a nuestra historia está consumada, aunque no ganase el actual mandatario.

La ciudadanía en general conoce muy poco sobre la historia del constitucionalismo, no es de extrañar, no se lo enseñan, y sí repiten algunas cosas es por pura inercia, porque las han escuchado montón de veces a algunos panelistas, en alguna clase, lo leyeron en algún titular de una publicación escrita, pero no profundizaron. Ahora, Nicaragua y Venezuela, sufren las consecuencias de la ignorancia y su rendición sin oponer resistencia.

En consecuencia, no hay más qué decir al respecto: la ignorancia condena a mi pueblo, no saben el agujero negro que hemos abierto.

Recorrimos un largo tramo en nuestra incipiente democracia, y no pudimos defenderla.

¿Qué se viene ahora? Lo vemos en las noticias, en las calles, las plazas y los parques. Lo vemos en las fronteras y en los pueblos fronterizos: una inmensa mancha humana que recorre Centroamérica para llegar a los Estados Unidos. El pueblo venezolano que sale huyendo de un régimen que no solo creó pobreza por un sistema político económico absurdo e infructuoso, sino también porque el que se entrona y no quiere dejar el poder cree que todas sus decisiones son iluminadas por un ser superior desde el cielo, le da rienda suelta a sus ocurrencias y las aplica sin ton ni son, llevando a los pueblos a su deterioro, al menos en Latinoamérica.

Miren las terribles consecuencias del asistencialismo practicado por Perón en Argentina, todo para ganar adeptos. Una compulsión a regalar la plata ajena fue algo de lo cual los políticos argentinos nunca se lograron separar y allí tenemos esa rica nación del sur peleando cada cierto tiempo con índices inflacionarios estratosféricos.

Vivimos en El Salvador una oscuridad de los datos oficiales, los gastos no los sabemos con seguridad, cada iniciativa presidencial que cuesta decenas de mil de dólares de nuestros impuestos, se van y, aunque sean bien invertidos, no hay control de los gastos, y esto solo es el inicio de un régimen sobre el cual aún no hemos visto lo peor.

Por mi experiencia en la observación de los eventos electorales en el país, modificar una tendencia en las preferencias de los votantes, ya en junio del año previo es muy difícil y sí se logran cambiar, es muy poco.

El porcentaje de preferencias electorales a favor del presidente está en una situación que se vuelve inalcanzable. Es por eso que prácticamente no hay dudas que ganará, y con eso el daño ya está hecho, será irreparable y quién sabe si no es en esta ocasión el nacimiento de un monstruo que desbarate la nación, sino que venga después, alguien aun mucho peor el cual, sin ningún tipo de escrúpulos atraviese la puerta que ha quedado abierta, esa herida mortal, en nuestro constitucionalismo por la enfermedad mental del reeleccionismo termine de hundir al país, así como Nicolás Maduro ha hecho de Venezuela.