Cualquier persona con sentido humano se estremecería con la historia hecha viral de la estudiante Katherine que con apenas quince años reaccionó con espontánea valentía ante la injusticia. Fue testigo del momento en que agentes metropolitanos de manera prepotente despojaron a un humilde joven vendedor de su carretón de sorbete artesanal, en el centro de San Salvador. Una escena desgarradora por la impotencia con que el joven retrocede intimidado, cabizbajo; angustiado ante el agresivo embate con que los agentes le arrebatan el carretón con el que con mucho sacrificio ganaba el sustento familiar. Trágica estampa muy común en esta administración oficialista. En la escena viral se escuchan indignadas voces ante semejante atropello.

En la imagen aparece esta niña, menuda y delgada, un tanto desaliñada, con uniforme escolar, una bolsa de compras, que avanza resuelta y presurosa en medio de la calle, celular en mano graba los hechos, persigue al contingente policial que impune aborda el camión. Mientras, las cámaras celulares de los presentes registran su coraje. La niña se vuelve, teléfono en mano, con resuelta indignación ante el atropello. Su rostro juvenil refleja una mezcla de dolor, frustración y desconsuelo; sus agitadas palabras se viralizaron ante el temeroso silencio de los presentes que no articularon palabra. Ella resueltamente expresó: “la verdad, está muy mal el país”; ”¿cómo es posible que le quiten las cosas a la gente?”; ”tan bien está el país que tenemos que estar huyendo porque le quitan las cosas”; ”y la demás gente que no tiene un buen trabajo, ¿qué pasa con ellos?”; ”hay una casa donde tienen diez hijos, ¿cómo los van a mantener?”, ”si no les dan la oportunidad de que ellos trabajen. ¡¡¡No es así!!! ¡¡¡No es justo!!!”. ”El presidente si quiere hablar, esto que lo vea bien, y que lo diga bien”.

En el país existe un régimen intolerante que ante la menor crítica azuza el virulento ataque con sus jaurías de troles. En este caso la fiera respuesta no se hizo esperar. Desataron una furibunda persecución mediática de terror en contra de la menor y su familia, las denigraron; amenazaron su integridad física y psicológica hasta forzarlas a abandonar el país. Circulan imágenes y testimonios en los que aparece la niña y su familia atravesando la frontera norte de Guatemala por el rio Suchiate, y luego son vistas en la ciudad de Tapachula para solicitar refugio ante el gobierno de México, donde exponen las amenazas y persecución.

Este mismo acoso y persecución lo padecen el 53% de la informalidad económica en el país; presionados por la avaricia gubernamental de ordenar a cualquier costo el Centro Histórico de la Capital mediante el Régimen de Excepción para limpiarlo de pobres y volverlo atractivo a sus intereses; desechando así a quienes por generaciones se han ganado el sustento en ese mismo espacio. El propósito debería ser el de alcanzar un hábitat óptimo, inclusivo, con alternativas viables de sano esparcimiento, convivencia social y perspectivas para el desarrollo integral de todos.

Sin embargo, el proceso de ordenamiento en el Centro Histórico ha sido elitista, violento, inconsulto y excluyente; carente de mecanismos de participación ciudadana para la gran mayoría de propietarios de inmuebles y negocios; cerrado para los usuarios del espacio citadino. Estas autoridades, como ya es costumbre, mantienen en reserva sus planes y objetivos para encubrir la eclosión de nuevos ricos prebendarios, que a partir de una muy reciente y sospechosa acumulación de riqueza de origen desconocido, acaparan multimillonarios proyectos inmobiliarios en zonas residenciales privilegiadas, playas de Surf City, y el mismo Centro Histórico. Claro, y como no, muchos de esos proyectos están siendo viabilizados con fondos públicos.

La actitud valiente de la estudiante Katherine ante la injusticia desató los demonios de la violencia generalizada y estatal que también ha provocado las solicitudes de refugio de salvadoreños ante diversos países del mundo, disparándose hasta 62,248 en la mitad de 2023; mientras, las de asilo, en ese mismo periodo, fueron 122,775. Aumentando las cifras de migración cotidiana. Dato en sintonía con la reciente encuesta de la UCA en la que el 60% de la población expresa temor de compartir su opinión sobre política con otras personas, por el temor de recibir amenazas. Información que también coincide con una reciente publicación en la red X de la encuestadora CID-Gallup, en la que se muestra que el 50% de los salvadoreños se irían del país si pudieran. Por ser la encuestadora que suele contratar el oficialismo para medir la percepción ciudadana, la publicación mencionada fue borrada luego de unas horas, sin duda por alguna presión.