Mussolini, Hitler, Stalin, Fidel Castro, Augusto Pinochet, Anastasio Somoza, Tiburcio Carías Andino, ¿qué tienen en común con Nayib Bukele? Que todos ganaban las elecciones por un absurdo y enorme margen de ventaja con respecto a la oposición. En una verdadera democracia eso no sucede nunca. No se equivoque mi amigo. ¿Y qué más? Que era imposible cuestionarles sobre la legalidad de su elección porque empezaban a despotricar, sino es que a amenazar con encierro, destierro o entierro.

Que un candidato gane las elecciones de forma tan contundente no es que sea bueno, es que es un dictador. Aunque se autodenomine el más cool.

La decepción es tremenda, destruyó todo para erigirse como el Absoluto y se atreve a decir con soberbia que nunca en la historia (¿qué sabe él de historia?) de la democracia (¿qué sabe él de democracia?), alguien había ganado con ese porcentaje tan alto de votos. ¡Insisto! Noes democracia, es una dictadura.

Tanta soberbia preocupa aún más. No dijo gracias, dijo: “Soy el mejor de la historia”. No dijo que hoy sí se implementarán tales o cuales proyectos para mejorar tal o cual área del desarrollo del país, no, para nada, solo dijo: “Tengo el poder absoluto en mis manos” (las comillas son mías, él nunca dijo eso).

Sabemos que El Salvador ha mejorado muchísimo en turismo y que en cuestión de seguridad ciudadana es de lo mejor, pero pare de contar, allí se acabó. Y qué bien por lo de las maras, era la única forma, pero ¿y las otras áreas de una nación? Por eso es que ahora lo que se espera es que, con todo el poder que le ha dado el sistema que ha destruido, sí haga su trabajo como presidente de la nación o como dictador, como sea, pero que haga de la misma una nación rica, culta, inteligente, atractiva, conocida mundialmente, no solo por su manejo del MKT, sino por los resultados en producción, arte, deporte, tecnología, cultura, etc.

No nos tragamos, ni con miel, que El Salvador ha resucitado, resurgido, ¡naa! Estamos en esencia igual. No es lo mismo que estemos produciendo tecnología de punta, alguna medicina, algún invento innovador, por el cual El Salvador sea admirado, a que solo nos conozcan por tener el presidente “más cool”, más juguetón, más divertido, entretenido, ocurrente. No nos equivoquemos.

Ahora, ya que se ha autodeclarado dictador, aunque no con palabras, pero sí con hechos, pues que actúe como un buen dictador.

Miles de veces, en mis limitados conocimientos sobre la historia, he apetecido que, si nos gobernara un dictador,que fuera como César Augusto, Pedro El Grande, KemalAtatur, Suharto o dictaduras de partido, como el Partido Comunista en China, miren cómo han hecho crecer sus respectivas naciones, en tiempos remotos o en la actualidad.

¿Cuál es el plan, señor Nayib Bukele? ¿Cuál es la ruta? ¿Qué sistema copiará? ¿De qué estrategia de países exitosos hará uso? ¿Cuál? Por favor, díganos cuál. Un estadio, un aeropuerto, un tren, eso no es progreso sino hay una base de desarrollo económico sustentable y constante. Eso no es más que puro y auténtico show.

La indignación de tanto bla, bla, bla, la necedad de seguir en el mismo espectáculo, la insistencia en vender actos de prestidigitación marquetera, cansan, porque al final del arcoíris no hay nada, solo el vacío de promesas huecas, carcajadas demenciales, burlas soeces. Un abismal agujeronegro, profundo y sin fin de pura y vulgar ignorancia.

Mussolini creó una ciudad nueva para modernizar Roma, Hitler resurgió la afamada industria alemana, Kemal hizo entrar en la modernidad a un país que aún dormía en el sueño del imperio perdido, Pedro el Grande pasó la capital a San Petersburgo y de ser un pantano inmundo la convirtió en una de las más hermosas metrópolis de Europa, Pinochet envió a ciudadanos a aprender cómo se hace economía de verdad a una de las mejores universidades del mundo y Chile se erigió como el faro de América Latina y, así, los ejemplos abundan.

¿Quién será usted de todos esos? O ¿qué lo hará verdaderamente un presidente admirable?