En realidad fueron tres, en este caso féminas de alto nivel académico; aunque una de ellas se valió, aparentemente, de conceptos, citas o ideas ajenas para fundamentar trabajos de investigación o de ascensos en la prestigiosa Universidad de los Estados Unidos, Harvard, primera en el ranking mundial de universidades existentes, y la más antigua del país (1636).

Las otras dos jinetes no han sido señaladas de tal delito, pero igual cometieron otros, edulcorados con subterfugios legales, que rayan en el de lesa humanidad. La cuarta la veremos más adelante, porque fue fundamental para la historia del país, aunque aún no se la ha visto así. Podríamos ubicarla como el caballo blanco de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, y a las otras tres como el rojo, negro y amarillo que describe el último libro del Nuevo Testamento.

A raíz de la masacre perpetrada por Hamas el pasado siete de octubre contra el pueblo y el estado de Israel, muchos países y personalidades universales, condenaron tal crimen traicionero, cruel y masivo. Otros callaron, con la excepción del presidente de El Salvador Nayib Bukele, quien identificándose como descendientes de palestinos, no solo condenó el hecho, sino que pidió una respuesta inmediata a la comunidad internacional.

Poco después, Josep Borrell canciller de la Unión Europea, y Antonio Guterres actual Secretario General de la ONU, justificaron la invasión y la masacre de los terroristas. Y juntos, aliados de los medios de comunicación parcializados, pasaron a crear su propia verdad, bajo el influjo del WOKE, ya que no existe el comunismo como oferta de vida al derrumbarse la Unión Soviética por inviabilidad existencial y, a la víctima la convirtieron en victimaria, y al victimario en víctima.

Pues bien, para sorpresa del pueblo estadounidense y del mundo libre, grupos de estudiantes y profesores de las universidades de Harvard, Pennsylvania y del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), entre otras, salieron a manifestar a favor de Hamas, entonando consignas y portando pancartas antijudías, exigiendo un genocidio judío. !Vaya, quedamos desconcertados! la élite estudiantil de la élite académica incitando al odio y respaldando a los enemigos de la democracia, la igualdad ante la ley, el feminismo y la tolerancia, en universidades con matrículas que rondan los 80 mil dólares anuales, de donde egresarán, supuestamente, los líderes de la nación.

Y !Héte aquí! que las tres rectoras de las tres universidades nombradas: Claudine Gay de origen haitiana de clase acomodada (la del plagio) de Harvard, Liza Magill de la Universidad de Pensilvania y Sally Kornbluth del MIT (de origen judío) fueron citadas el pasado tres de diciembre por la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos para que explicaran lo sucedido.

Ninguna de las tres condenó las manifestaciones antisemitas, alegando la libertad de opinión y el contexto en que se produjeron los hechos. Posteriormente, y luego del bochorno público, Claudine Gay y Liza Magill fueron conminadas a renunciar y, a Sally Kornbluth del MIT, el Directorio del Instituto la ratificó en el cargo.

El cuarto jinete (la del caballo blanco) fue la representante por el estado de Nueva York, Elise Stefanick; quién condujo el interrogatorio a las tres rectoras, y conminó, ante sus constantes respuestas evasivas, a contestar claramente sobre si el hecho de pedir “el genocidio de los judíos” violaba los códigos de conducta universitarios. Más, no fue posible que ofrecieran una clara respuesta, acogiéndose a interpretaciones legales, contexto y explicaciones sobre la libertad de opinión.

Esta situación que nos tocó presenciar, va más allá de un hecho aislado. Si a ese nivel académico, sus rectores, decanos, profesores han logrado apartar el fin y función de la universidad, del sistema estudiantil, cual es la búsqueda y consecución de la excelencia académica y profesional, para sustituirla por luchas sociales y otras expresiones reivindicativas del Woke, nos encontramos ante la peligrosa perspectiva de presenciar la decadencia de una poderosa república que ha elegido su propia vía de involución, en el momento más conflictivo de la comunidad de naciones, donde se perfila una guerra general cultural o de civilizaciones.