Me encanta el fútbol. No hay día que no esté pensando en fútbol, y allí estoy, todas las noches, revisando resultados, tablas de posiciones, próximos partidos en las ligas de El Salvador, Honduras, Italia, Alemania, España, Inglaterra y... México. Sí, totalmente. El fut de la liga mexicana me parece entretenido. Ahora bien, desde un buen tiempo a la fecha ya no aprecio el fútbol con los mismos ojos que antes y es por culpa de la corrupción que siempre está, ha estado y estará presente allí donde haya dinero y poder.

De la FIFA los sabemos todo ya, cómo opera, cómo manda y ordena, cómo compra voluntades, arregla partidos, vende las sedes para los Mundiales, la forma en que se eligen y reeligen hasta la muerte, la vejez o la prisión las autoridades de cada confederación, y de las federaciones nacionales también.

Lo peor de todo esa basura llega a la cancha y deforma este bello y emocionante deporte, y lo que debería ser un encuentro entre atletas se vuelve un espectáculo con los dados cargados.

Pongo un ejemplo. Es muy raro que cuando un equipo es amo y señor de una liga de fútbol en su país, al salir de las fronteras, haga el ridículo. Y que siendo la base de la selección nacional ésta, al competir en campeonatos regionales o eliminatorias, también quede mal parada.

En Honduras, país que amo y es mi patria adoptiva, sucede que el gran Olimpia tiene 20 años de continuos éxitos en el campeonato nacional (tiene 39 campeonatos ganados, a 21 de distancia de su más cercano perseguidor), y que, por el contrario, la Selección Nacional se haya descalabrado en ese mismo período de tiempo.

La última vez que tuvo una camada de jugadores brillantes fue aquella en la que llegaron al Cuscatlán a humillar sin misericordia alguna a la Selecta 2 a 6 en el 2001, en juego clasificatorio a Corea - Japón 2002.

Si bien clasificó para Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, les costó un mundo, sufrieron hasta el último segundo del último partido, tuvieron que depender de los resultados ajenos y su desempeño en los 6 partidos (tres por Mundial) dejó un saldo de 11 goles en contra, un solo gol a favor y un solo punto ganado. Y de allí para acá, todo ha sido caída libre, hasta tal grado que, en la última eliminatoria, a Catar 2022, quedó al fondo de la tabla con -19 goles de diferencia, solo 4 puntos de 42 posibles, y a 24 de distancia del primer lugar.

Lo que pasó en el Azteca este martes 21 se esperaba venir, pero no de esa manera. No solo fueron los dos minutos extras, sino en la tanda de penalties donde se sancionó al portero catracho, pero no así al mexicano que cometió exactamente la misma falta.

La FIFA y la CONCACAF han demostrado que para componer el resultado de un partido no hay nada más fácil que darle la orden a un árbitro. No sé si fue el caso para el partido en comento, no sé si fue un error humano, si está dentro de lo que las reglas actuales sobre el tiempo compensatorio ordenan, pero lo de Iván Barton fue un total “deja vu”. Esa historia ya la hemos visto varias veces, muchas veces, a favor del Tri, que si bien fue infinitamente superior a la H, no tenía por qué haber logrado el alargue así.

Por desgracia nuestro respetado árbitro quedará en la memoria como un personaje más en la larga puesta en escena de esta mala obra de teatro en esta región fútbolera.

El Tri representa millones de dólares en todo sentido, es decir, derechos de transmisión, hoteles, restaurantes, agencias de viajes, compañías aéreas, etc. Pero como consecuencia de tantas ayudaditas la Selección Tricolor nunca pasa de maceta, se queda siempre en el corredor, y en los Mundiales la realidad los coloca en su justa y exacta dimensión en la jerarquía del universo del balompié mundial.

La corrupción todo lo arruina, todo, no sirve sino para crear caos, odio, realidades imaginarias y pudre la conciencia de quienes la ejecutan y amarga la existencia de quienes la sufren, como a mí, que me arruinó el deporte que tanto amo.