Pero, y ahora, ¿qué nuevos vientos impulsan nuestro barco?
Otro pueblo ya se habría muerto, decía Escobar Galindo, pero no el guanaco. Hace dos semanas, un colega médico de mi antigua institución en Baltimore, y que ahora es vicepresidente de programas de salud de una organización no gubernamental internacional, se comunicó conmigo para solicitarme ayuda en el diseño de un programa de salud para personas ucranianas refugiadas en Polonia. Como todos, sabía por las noticias de la prensa local e internacional de la invasión de Rusia a la república de Ucrania. Conocía de la posición de nuestro gobierno de mantenerse al margen, o como dijo el señor vicepresidente de la República: no manifestarse, es manifestarse. Frase cantinflesca, pero que estoy seguro pasará a la posteridad de nuestra historia.
Desde el 24 de febrero de 2022, más de 2 millones de personas refugiadas ucranianas y nacionales de terceros países han entrado en Polonia a causa de la guerra en Ucrania. Huyen de la destrucción de su país por un ejército mucho más fuerte, un ejército preparado para sembrar muerte y destrucción. En el caso de la personas ucranianas que abandonaron el país con destino a Polonia, el 50 % son mujeres adultas y el 47 % niños y niñas (21 % niños y 26 % niñas). Mujeres y niñez. Siempre los más vulnerables en cualquier crisis humanitaria. Sus hombres adultos permanecen en la defensa de su tierra. Pero ellas ya comienzan a sufrir violencias de todo tipo, incluyendo la violencia sexual. La misma situación viví hace muchos años en Somalia. Mis recuerdos de esa terrible hambruna afloraron, esos miles de niños y niñas de piel y hueso que siempre morían al amanecer, esos rostros de desesperación de sus madres. La crueldad del mundo ensañados en ellos. Mi mente se abría, pero mi cuerpo resistía.
Después de más de 30 años de trabajo en los países más pobres de nuestro planeta, con más de millón y medio de millas viajadas en mis visitas a más de 60 países, mi cuerpo se resiste ante la idea de un vuelo mayor de cuatro horas. Polonia se encuentra a más de 17 horas de vuelo desde Costa Rica, donde al momento me encuentro. Pero el recuerdo de Somalia y otros países, aunado a los reportes de agencias humanitarias, hacen prevalecer mi mente sobre mi cuerpo. Este próximo domingo 27 de marzo, comienza mi viaje hacia un país que nunca he visitado, ante una situación que desconozco y de la cual necesito aprender rápidamente. Mi destino será Varsovia, mi misión será realizar una evaluación rápida de la situación de salud de las personas refugiadas ucranianas. Ojalá y los nuevos vientos nos lleven a puertos seguros.