Los estadounidenses, dueños de su soberanía y de un sistema democrático respetuoso de las leyes y de los convenios de nación, eligieron el primer lunes de este mes a Donald John Trump, de 78 años de edad, como su próximo presidente. Trump, en un acto de trámite deberá ser ratificado por el Colegio Electoral el 17 de diciembre próximo para asumir como Jefe de Estado el 20 de enero de 2025.

Trump, quien ya fue presidente en el período 2016-2020, tuvo como grito de batalla o lema central en su campaña, la frase “Hacer grande a Estados Unidos, otra vez”. La frase emotiva también fue el grito emotivo del republicano Ronald Reagan quien hizo suya por primera vez cuando en 1980 derrotó en las elecciones presidenciales al demócrata Jimmy Carter.

Dicha frase emotiva retomada por Trump y contextualizada en los temas relacionados con la economía, clima, aborto, relaciones internacionales e inmigración. Estados Unidos es la mayor potencia económica y su ciudadanía pretende que esa condición llegue a cada condado y por ende a cada ciudadano, en cuanto a las relaciones internacionales Trump se ofertó como el líder capaz de decidir el futuro de las naciones y por ende el bienestar y la paz para los estadounidenses.

Respecto a inmigración, la promesa de Trump es hacer grande a Estados Unidos fortaleciendo los privilegios de cada ciudadano y luchando contra la inmigración, para ello ofreció una férrea lucha contra los indocumentados, especialmente contra los latinoamericanos que por cualquier vía buscan llegar al “sueño americano”. Una de sus promesas es construir la “barrera” que evite todo paso de indocumentados por la frontera sur del país. Esa barrera u obstáculo comprende desde la vía legal e institucional (guardia fronteriza, fiscales, jueces, ejército, etc.) hasta la infraestructura (muro) que evite todo tipo de paso.

En la campaña de 2015, cuando derrotó a la demócrata Hillary Clinton se atrevió a ofrecer deportaciones masivas y la construcción de un muro a lo largo de la frontera con México, el cual según sus palabras, iba a ser pagado por los mismos mexicanos. Terminó su período presidencial y las estadísticas señalaron que per cápita hubo màs deportaciones en la administración anterior de Barak Obama.

En aquella ocasión Trump no contó con una Cámara de Representantes afín a su partido Republicano. Este nuevo período gobernará teniendo como fortaleza aliada el control de la Cámara de Representantes y el Senado y en la Corte Suprema de Estados Unidos, donde la mayoría de los magistrados (vitalicios) han sido nombrados por presidentes republicanos. Es decir, Trump tendrá consigo la facultad de llevar a cabo sus promesas con el aval de la legalidad política y jurisdiccional.

Una de sus promesas fue que a partir del primer día como presidente iniciaría su lucha contra los indocumentados y consecuentemente comenzarían las deportaciones. Esto ya generó incertidumbre en los países cuyos ciudadanos viven de manera irregular en aquella nación. En el caso de El Salvador, son cientos de miles o más de un millón y medio de compatriotas quienes viven en calidad de indocumentados en Estados Unidos, a ellos se suman los miles de salvadoreños que se beneficina con el TPS, programa que Trump ofreció finiquitar.

Los analistas de campaña creen que Trump, acostumbrado a los exabruptos y a “hablar sin pensar” solo llenó de “emociones manipuladoras” su campaña y quiso aprovecharse de la fobia infundada del ciudadano gringo hacia el latinoamericano a quien considera como un “invasor” que compite por sus derechos y privilegios. El sentimiento del ciudadano estadounidense hacia el latino indocumentado, influenciado por la campaña de Trump, es de aversiòn. Recordemos que en plena campaña el propio Trump llegó a definir a los indocumentados (latinos) como delincuentes, narcos y personas que “envenenan la sangre” de Estados Unidos. Sin embargo, el futuro presidente de Estados Unidos es ante todo un empresario que sin decirlo sabe reconocer el aporte y el valor de la mano de obra del latino, prueba de ello es que en sus empresas ocupan a muchos latinoamericanos legales e indocumentados.

El aporte de la mano de obra del latino en la agricultura, la construcción, y otros rubros es valioso y ha ayudado a la grandeza eatadounidense. Indocumentados o legales los latinos han sabido aportar a esa nación y vía remesas han contribuido a la economía de sus respectivos países, siendo un bastión importante.

La viceministra de Relaciones Exteriores de El Salvador, Adriana Mira, instó a los salvadoreños a no entrar en incertidumbre y pidió confiar en las gestiones gubernamentales, a efecto de evitar las deportaciones. Igual lo hizo la presidente de México, Claudia Sheinbaum, que pidió a sus conciudadanos no temer y prometió hacer lasgestiones diplomáticas necesarias. Cada gobierno de nación amiga de Estados Unidos ha adquirido el compromiso con sus pueblos en el sentido de hacer las gestiones para evitar las deportaciones.

Confiemos en Dios que las promesas de Trump no se cumplan, que solo hayan sido “emotivas frases” para encantar a sus seguidores como parte de su estrategia en la búsqueda de votos. Los salvadoreños debemos exigir acciones diplomáticas a nuestro gobierno y confiar en sus buenos oficios. Recordemos que Trump es un político y como todo político factible al incumplimiento de sus promesas de campaña, además en política dos más dos es a veces cinco y otras veces tres. Rara vez es cuatro.

No queremos deportaciones masivas ni incertidumbre para nuestros compatriotas residentes indocumentados en Estados Unidos. Tampoco queremos incertidumbre para quienes en el país sobrevivemn de las remesas. Confiemos en Dios en que todo se esfumará en una promesa incumplida y en las gestiones del gobierno salvadoreño.