No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo. (1 Corintios 15:33-34). Esta declaración bíblica apela a la importancia de vivir de forma ordenada, pero también nos exhorta a elegir amistades que nos ayuden a crecer no solo intelectualmente, sino en valores, y dicho sea de paso son pocos los jóvenes que saben elegir a sus amigos, pues tienden a confundir la popularidad con capacidad, la banalidad con la verdad y a lo malo con lo bueno.

De manera que aquellas personas que incitan a endrogarse o embriagarse no son amigos, sino al contrario, son enemigos que pueden conducir a un joven incauto al desastre, dado que son vastas las historias de personas que bajo los efectos del alcohol o las drogas han ocasionado la muerte de otras personas o ellos mismos han perdido la vida al conducir irresponsablemente, dicho en otras palabras, si tienes cinco amigos haraganes tu serás el sexto, si te juntas con cinco borrachos tu serás el sexto, si tu círculo de cinco amigos está compuesto por irresponsables tú serás el sexto.

Jim Rohn, en una ocasión dijo; somos el promedio de las cinco personas que nos rodean, es por ello que la palabra de Dios cobra sentido cuando dice; “que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.

J. Oswald Sanders, quien fue galardonado con la Orden del Imperio Británico por sus escritos cristianos y teológicos, realizó un estudio con mucho cuidado a dos familias del estado de Nueva York. Una fue la familia de Max Jukes, y la otra la familia de Jonathan Edwards. Lo que descubrieron en este estudio es asombroso: dime con quién andas y te diré quién eres.

Max Jukes fue un hombre incrédulo en Dios que se casó con una mujer de carácter parecido la cual carecía de principios. Entre los descendientes conocidos, se estudiaron más de 1,200: 310 se convirtieron en vagos; 440 destruyeron físicamente sus vidas debido al libertinaje; 130 fueron a la cárcel por un promedio de 13 años cada uno, siete de ellos por asesinatos. Hubo más de cien que fueron alcohólicos, 60 fueron ladrones, 190 fueron prostitutas públicas. De los 20 que aprendieron un oficio, diez de ellos los aprendieron en la prisión estatal. En otras palabras, le costó al Estado como un millón y medio de dólares, es decir fueron una erogación.

Más o menos en la misma época se analizó a la familia de Jonathan Edwards quien fue un hombre temeroso de Dios, se casó con una mujer cristiana. Su descendencia quedo así: 300 llegaron a ser ministros, misioneros y profesores de teología; más de cien llegaron a ser profesores universitarios; más de cien fueron abogados, 30 de ellos fueron jueces; 60 fueron médicos, más de 60 fueron autores de buenos libros clásicos, 14 llegaron a ser rectores de universidades.

Hubo numerosos gigantes en la industria de los Estados Unidos que surgió de la familia Edwards. Tres llegaron a ser congresistas de los Estados Unidos de América, y uno llegó a ser vicepresidente de la nación. De tal modo que el consejo bíblico “las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”, encierra un poderoso mensaje con el fin de que las personas tengan la sabiduría para elegir sus amistades. Evidentemente los padres de familia juegan un importante rol para que sus hijos no sean orientados por otros mancebos inexpertos que son dirigidos por sus hormonas.

El Salmo 1 dice: Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará. No así los malos, Que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, Ni los pecadores en la congregación de los justos. Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá.