El maestro responsable tiene paciencia, tiene un don que le hace reflexionar para no cometer exabruptos. Un verdadero maestro debe de saber comprender los problemas familiares de los alumnos; tiene que hacer un encuadre desde el primer día de clases, debe de indagar sobre: el tipo de estudiante que desea aprender, su cultura, sus saberes, sus aprendizajes significativos, sus sueños, etc.

En El Salvador, el maestro debe comprender que a los alumnos los asaltan, tienen problemas familiares, económicos; tienen problemas de afecto, entre otros.
Si nos aguarda la docencia, hay que tener tres características fundamentales, a saber: paciencia, tolerancia y humildad. No es fácil, pero si se cumple, se logra el objetivo de enseñar.

El maestro debe respetar las ideas de los estudiantes, no importa su estado físico, sus ideas y pensamientos; debe comprender sus emociones; debe de ver a todos por igual. En el aula convergen alumnos de distintas clases sociales, razas, preferencias sociales, deportivas y religiosas. No sabemos si el estudiante pertenece a una pandilla o tiene problemas mentales.
Con los cambios educativos y la globalización, el maestro debe estar preparado en todos los aspectos, por ejemplo, saber manejar las tecnologías educativas. Hay que tener mucho, pero mucho cuidado al tratar temas polémicos.

Comprendamos que son miles de jóvenes que desearon estar sentados en un pupitre universitario aprendiendo. Actualmente, los que están estudiando, tienen que tener pasión y dedicación a los estudios. Cada vez es más difícil vivir en la urbe y triunfar.
Cuando estudié la maestría en la Universidad de El Salvador, comprendí y analicé que: hay muchos estudiantes de escasos recursos con sueños de cambiar la situación en su hogar y en la sociedad. Por lo tanto, no protesten. Miles quisieran estar aprendiendo y forjando un futuro diferente para este hermoso país.

El alumno comprometido con sus estudios, ignora fiestas, reuniones sociales y hasta religiosas. Su única misión es cruzar el puente y acariciar las mieles de la victoria. El alumno comprometido siempre busca algo nuevo por aprender, busca amistades que le guiarán, no pierde el tiempo en trivialidades o pequeñeces. Los que no termina una carrera universitaria siempre se recuerdan que estuvieron sentados en un salón de clases, eso que aprendieron también les servirá.

Solamente hay que pensar en el esfuerzo que hacen los padres para poder pagar cada matrícula, cada mensualidad, cada fotocopia. Reflexionemos en los esfuerzos que hacen los padres de familia para poder pagar las prácticas educativas, las exposiciones, para comprar los útiles escolares, etc. Miles de jóvenes se levantan temprano hacia las universidades con el objetivo de superarse y tener un mejor panorama en la vida. Por favor se los pido, no emigren. Quédense acá, la lucha, aunque sea difícil, debe continuar.

Nada es imposible. Estudien, desvélense, no renieguen por problemas fugaces, no renieguen por las tareas o por los parciales. Hay miles de alumnos que quisieran estar comprometidos para estudiar, pero no pueden. No tienen dinero y las mismas oportunidades.

Alumno: no importa si tu padre es profesional, taxista, campesino u obrero; no importa si tu madre es empresaria, maquilera o ama de casa, lo que importa es el esfuerzo que ellos hacen por ti. Por favor no protestes. Mejor lee con más dedicación y esmero. Si eres agradecido le darás un premio a tu padre “el ansiado título”.

No claudiquen, mejor luchen por sus ideales y, si tienen que trabajar arduamente y con sacrificios, les aseguro que la vida les devolverá con creces esos días de sacrificio. Los maestros y alumnos deben comprometerse en cambiar al país.

Los docentes y alumnos tienen el compromiso de hacer el trabajo en equipo, los alumnos abren su mente para aprender y el maestro les brinda sus conocimientos para que en el futuro sean personas prósperas y de bien en la sociedad. Nelson Mandela exhortó “La educación es el gran motor del desarrollo personal”.