Las teorías conspiracionistas se pusieron de moda durante el 2020, en lo más crudo de la pandemia. La gente se puso realmente creativa a tal punto que pasó de causar risa, en un principio, pasando por el asombro, hasta llegar a la indignación por el abuso de la imaginación humana aprovechando el miedo y la ignorancia de la gente. También daba rabia el uso de las redes para esparcir tonterías y la credulidad de los destinatarios, sumado a la falta de sentido común, del mínimo esfuerzo de cotejar los disparates que leían y escuchaban con fuentes más dignas de crédito.

Cuando yo era un niño, quizá de siete años, creía con certeza que los zompopos de mayo se gestaban, nacían y desarrollaban en las nubes hasta que las lluvias las abrían y aquéllos volaban hacia el suelo. Hoy en día podría hacerme famoso, incluso tener un gran séquito de seguidores si esa descabellada ocurrencia infantil la hubiera vendido por las redes sociales. Una masa de seguidores aceptando mi teoría. Si hay millones que se han creído que la tierra es plana en pleno siglo XXI, por qué no sería más creíble que zompopos de mayo tengan su nursería en el cielo.

Continuando con el hilo de esta entrega, estos conspiranoicos se dividen en gente de izquierda y derecha. Parece imposible, pero hasta ese punto llega la política: en un extremo los conservadores y en el otro los antisistema autodenominados revolucionarios. A cuál más ocurrente.

Los de derecha, en este asunto de las teorías en la pandemia, son (porque aún existen) generalmente muy religiosos, moralistas, xenófobos, fundamentalistas, pro libre mercado, machistas, rechazan la existencia del cambio climático, mucho menos culpar a los empresarios; antisindicalistas, homofóbicos, etc. Los de izquierda (siempre hablando de los conspiranoicos) son antisistema, antiempresarios, llevan el tema de la diversidad sexual a extremos peligrosos y casi delincuenciales. Odian el libre mercado, sueñan con un gobierno autoritario, pero son anarquistas. Veganos, ateos, pansexuales, iconoclastas, aman al Che Guevara, pero están contra las armas, y sin embargo apoyan todo lo que sea anti Estados Unidos: a Putín, a Nicolás Maduro aunque sean dictadores y asesinos.

En Estados Unidos los de derecha se aglutinaron alrededor de Trump, y ni incluso cuando le dio la covid al exmandatario, dejaron de creer que era una conspiración de demócratas judíos pedófilos que llevarían a la extensión de la raza blanca. Para ellos todo era parte del plan del Estado Profundo.

Los de izquierda decían que había sido propagado adrede por el G7 para matar a la mitad de la humanidad, todos pobres, principalmente en África y Latinoamérica. Nunca supe cómo el virus distinguiría quién era pobre y quién no. Lo raro de estos tipos de locos es que, cuando les convenía, la covid y sus víctimas existían, que era una amenaza creada, pero cuando no, entonces no existía y todo era una gran mentira, así como que los números de afectados y de muertos eran inventados o inflados.

Fueran de un extremo u otro, ambos sostenían que el uso de mascarilla era un atentado contra la democracia y la libre expresión. ¡Jesús! Ya sin colores políticos o ideologías, otras teorías confirmaban a ciencia cierta que nos inoculaban un chip para controlar todos nuestros movimientos. Incluso médicos aparentemente serios, en conferencias de prensa o en foros por las redes, aseguraban que afectaría nuestro ADN de tal forma que cambiara toda la estructura molecular de la especie humana.

Ante las únicas dos teorías antendibles de si fue que el virus transmutó y pasó de, posiblemente, los murciélagos a los humanos; o que fue manipulado irresponsablemente en un laboratorio chino, los fanáticos del misterio, la intriga, novelas de espías y de distopias, se hacían de oídos sordos y seguían inventando sin cesar.

Hasta sacerdotes y pastores escuchamos increpando a su feligresía que por fe serían inmunes o curados, incluso decretando que gracias a la protección divina la enfermedad no los tocaría y, por lo tanto, no deberían usar mascarillas ni tomar ninguna medida de protección. Puede ser que yo también sea un conspiranoico que cree aún que el mundo se divide en pensamientos de izquierda y derecha y están en pugna para conquistar el mundo y dominarnos, pero bien, es aceptable: está de moda.

En fin, pasen unas muy bien merecidas y felices vacaciones, y cuídense de que, por el chip que nos inocularon en las vacunas, no les vaya a salir una cola en plena playa.