El reloj despertador se activó a las 4 de la mañana. Cuando sonó, ya estaba despierta, el dolor en mi bajo vientre y la dificultad para respirar no me habían dejado pegar un ojo durante toda la noche. Como cada día. ¡Despierta Juanita! le dije a mi hija. Mi pobre hija, trabajando para sostenernos, y cuidándome todo el tiempo. Mi cita en al hospital Saldaña, como parte del monitoreo de la fibrosis pulmonar, era a las 8 de la mañana. No sé en realidad ni para qué ir, son cuidados paliativos, me dicen. Lo mío es incurable, y probablemente moriré asfixiada. Desde hace tres años, además del problema pulmonar, tengo una masa en el abdomen, que monitorean en el hospital San Rafael. Creo que es cáncer, aunque no me lo han dicho. El dolor que me produce es espantoso. Me daban morfina, hasta que se les terminó. Ahora es otro medicamento, que no me ayuda en nada. Mi hija les ha dicho, pero le han respondido que es el único tipo de medicamento disponible al momento. Total, voy aquí, voy allá, y para nada. Mis días son cada vez más insufribles. La verdad, quisiera morir sin tanto sufrimiento.

Doña Clotilde tiene 75 años. Es oriunda de Izalco. Sus días están contados: “No sé cuánto tiempo me queda”, me respondió al preguntarle sobre su futuro, “pero quisiera que no fuera mucho, la vida que llevo es demasiado dura y dolorosa”. Así como doña Clotilde, existen muchas personas en el país con enfermedades terminales, incurables, que convierten sus vidas en verdaderos infiernos.

La eutanasia no es legal en El Salvador. En el país, la muerte asistida está regulada y tipificada en el artículo 130 del Código Penal, donde se considera como homicidio piadoso. Aunque se han planteado debates sobre la legalización de la eutanasia en El Salvador, hasta el momento no existe una legislación que la permita. A diferencia de otros países, El Salvador no ha aprobado la eutanasia ni la muerte asistida, y no se encuentra entre los siete países del mundo donde la eutanasia es legal.

¿Qué es la eutanasia?
La eutanasia es el acto de provocar intencionadamente la muerte de una persona que padece una enfermedad incurable para evitar que sufra. La eutanasia permitiría el suicidio asistido, es decir, acciones realizadas por un médico para causar la muerte de manera rápida, eficaz e indolora a una persona con una enfermedad grave que conduce necesariamente a su muerte o que padece sufrimientos físicos intolerables. La eutanasia es legal en varios países, incluyendo Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Nueva Zelanda, Colombia y España. En otros países, como Argentina y Chile, se han aprobado leyes que permiten la eutanasia pasiva, que involucra el rechazo de tratamientos para prolongar la vida en casos de enfermedad terminal.

¿Cuáles son los beneficios de la eutanasia?
La eutanasia conlleva una serie de ventajas y desventajas que han sido objeto de debate. Algunas de las ventajas incluyen la liberación del paciente de todo dolor y sufrimiento, la posibilidad de una muerte digna y el respeto al derecho a la autodeterminación del paciente. Por otro lado, las desventajas de la eutanasia involucran dilemas éticos, la posibilidad de que no todas las muertes sean dolorosas o humillantes, la existencia de métodos médicos para calmar el dolor y acompañar en la muerte, así como las consecuencias morales tanto en el médico ejecutante como en la sociedad que lo tolera. Es importante considerar que la eutanasia es un tema complejo que involucra aspectos médicos, éticos, legales y morales, y su discusión debe abordarse con profundidad y sensibilidad.

En nuestro país, este es un tema controversial. Nuestros líderes religiosos consideran absoluto el valor de la vida por encima de cualquier otro. La religión católica defiende su posición en contra de la eutanasia. La vida nos las dio Dios y solo él nos las puede quitar. Acepta el dolor y sufrimiento como una prueba de tu amor a Dios, nos enseñan. Por el otro lado, otras personas consideramos el derecho a una muerte digna en el caso de enfermedades terminales, que afectan profundamente nuestra calidad de vida. La muerte nos llega a todos y todas, pero no tiene por qué ser una muerte indigna.