La búsqueda de los troncos de jiote ya da para una crónica, pero igualmente importante fue que el montaje se hizo gracias a los miembros del equipo de trabajo del parque, a voluntarios y estudiantes en servicio social del Instituto Nacional General Francisco Morazán, la Universidad Pedagógica y la Universidad Evangélica y a visitantes frecuentes que usan el parque para reunirse, ejercitarse y procurarse una mejor salud.
El Día de la Cruz, que forma parte del patrimonio cultural salvadoreño desde tiempos coloniales, simboliza la llegada de las lluvias, la fertilidad de la tierra y la espiritualidad popular. Es una tradición que se transmite con sencillez y orgullo, y que cobra especial fuerza cuando se vive en comunidad.
Mientras caminaba entre las personas que estaban esperando el inicio de la agenda cultural, escuché comentarios que me llenaron de alegría: “Estoy esperando que empiecen las danzas de Los Historiantes”, contaba una madre a sus hijos, “ellos sacan unos corbos y los golpean y es bien bonito”. Otra señora, venía desde Morazán, me compartió con entusiasmo que había viajado solo para estar presente en la actividad y felicitaba al parque porque todo estaba “impecablemente organizado”. Esas voces espontáneas, que surgen entre la colectividad, son el mejor termómetro del impacto real de este tipo de iniciativas.
El Anfiteatro de la Hoja, inaugurado junto con la renovación del parque en 2019, ha sido en estos cinco años un escenario multifacético que ha acogido obras de teatro, conciertos, proyecciones de cine, conversatorios, desfiles de moda y actividades comunitarias de todo tipo. Esta infraestructura pública ha demostrado su enorme valor al convertirse en un punto de encuentro para distintas expresiones culturales y sociales. Este 3 de mayo fue nuevamente testigo de la vitalidad de una tradición que se renueva, no como un gesto nostálgico, sino como una afirmación viva de identidad cultural arraigada que trasciende a las nuevas generaciones. En su escenario danzaron los tradicionales Historiantes de San Antonio Abad de Don Celio, los Viejos de Agosto que sacaron a bailar a niños y grandes por igual y los bailarines folklóricos que demostraron sus alegres vestuarios y su técnica deslumbrante. Los aplausos fueron abundantes y muy bien merecidos.
La actividad se realizó gracias al trabajo articulado entre la Fundación del Parque Cuscatlán (FUNDAPARC) y la Alcaldía de San Salvador Centro y terminó con la repartición de las frutas. Cada persona se llevó la fruta de su selección entre mangos, sandías, melones, plátanos, guineos, paternas, aguacates, mamones, piñas y hasta flor de izote. “¿Señora, y cómo va a prepararla?”, pregunté, y me contestó con una gran sonrisa: “A mi esposo y a mí nos gusta con huevo y en sopa”, respondió mientras se despedía risueña, recordándome que en cada tradición también vive nuestra cocina, nuestros afectos y nuestras historias.
Donde florece la identidad de la tradición, florecen también la esperanza, la memoria y la comunidad. El próximo 3 de mayo caerá en domingo, y desde la alianza entre FUNDAPARC, la Alcaldía de San Salvador Centro y nuestros socios del sector privado, renovamos nuestro compromiso de mantener viva esta celebración. Que cada fruta compartida al pie de la cruz siga siendo símbolo de generosidad, de encuentro, inspirando a nuevas generaciones a reencontrarse con lo que somos y soñar juntos con lo que podemos ser.
• Mayu Ferrufino, directora de la Fundación Parque Cuscatlán