La humanidad ha buscado por siglos, las bendiciones ilimitadas de la vida eterna, es así como un grupo de alquimistas chinos intentaban encontrar el elixir de la eterna juventud, pero en su lugar encontraron la muerte para millones de personas a la fecha. Cuando mezclaron sin saberlo nitrato de potasio, carbono y azufre; de este modo surgió la pólvora. A través de la historia todas las culturas conocidas, han intentado encontrar el elixir de la vida eterna, lo cual siempre ha concluido en un fracaso. Por ejemplo, los griegos buscaron la ambrosía; es decir, el alimento de los dioses que daba la inmortalidad, y los alquimistas europeos quisieron fabricar la poción de la vida eterna.

Del mismo modo, caballeros, poetas, académicos y filántropos han buscado el cáliz llamado el Santo Grial, la copa de donde bebió el Señor Jesucristo en la última cena. Algunos han llegado a pensar que el grial no es un objeto sino un sendero hacia una conciencia suprema y un poder sobrenatural. Ahora bien, en los tiempos modernos los científicos han hilvanado teorías de como alcanzar la vida eterna, por ello continúan buscando la manera de como vencer a la muerte. Los métodos para conseguirlo, han cambiado y se ha sustituido, a la alquimia y la ambrosía, por criónica o telomerasa.

Por un lado, se busca con ello preservar a las personas que fallecen a bajas temperaturas para conservarlas hasta que haya nuevas formas de tratarlos médicamente y revivirlos. Y por otro lado aplicar enzima de las células que las ayuda a mantenerse vivas al agregar ADN a los telómeros con el fin de buscar la eterna juventud. A la fecha la comunidad científica no ha tenido éxito en vencer a la muerte y esto se debe a que buscado en los lugares equivocados y los experimentos los ha efectuado a partir de ideas humanas, dicho lo anterior el enigma a la muerte y la vida eterna la encontramos en la Biblia.

En el diálogo que sostiene el Señor Jesucristo con Marta en ocasión de la muerte de su hermano Lázaro. Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. (Juan 11:25-27). En consecuencia, no hay que ser un erudito para entender el contexto inmediato del que está hablando el Señor Jesucristo, se trata de la vida eterna al alcance de la humanidad de forma gratuita, la cual se alcanza creyendo genuinamente.

Lo mismo ocurre con el diálogo que tiene el Señor Jesucristo con Nicodemo, quien era un principal entre los judíos, de tal suerte que Nicodemo, era un doctor en la ley, en otras palabras no se trataba de cualquier ciudadano, sino de un erudito en el Pentateuco, la historia, la filosofía y en la ciencia, dado que sabían interpretar los tiempos y la señales del cielo, sin embargo como muchos en la actualidad sabia muy poco de la vida eterna, y su interés por ese tema lo llevo a desafiar al Sanedrín, y consultar al Señor Jesucristo de noche y fue así para que nadie se enterara de su visita, dado que los judíos no creían en Jesús.

Nicodemo (Evangelio según Juan 3) fue confrontado en sus pensamientos más íntimos, su lógica humana con respecto al nuevo nacimiento y la vida eterna se limitaba a volver al vientre de su madre, pero el Señor Jesucristo, le dijo que para experimentar un nuevo nacimiento se requería nacer de agua y del espíritu, lo cual conlleva una conversión (creer en el Señor Jesucristo) y arrepentirse de los pecados. Jesús concluye el dialogo con Nicodemo, diciendo “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:15) esta palabra fue tan poderoso que provoco la conversión de Nicodemo, siendo una de las personas que sepulto al Señor Jesucristo.

En suma, el elixir de la vida y o el cáliz de la eterna juventud, no se encuentra en la filosofía o en la ciencia, sino que está al alcance de toda la humanidad de forma gratuita, mediante la declaración de fe, “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (Romanos 10:9-10).