No había vuelto a opinar sobre el estado de excepción y la vorágine de capturas de pandilleros (y uno que otro inocente que se ha ido en la colada), porque había estado concentrado en otros temas y quería, además, que la situación se calentara un poco más en el horno para verter una nueva opinión.

Hay un criterio sostenido en el gremio jurídico que, obviamente, yo comparto: no eran las condiciones para una suspensión de garantías constitucionales, se ha abusado en exceso del poder, se han violado derechos fundamentales y se ha excedido la capacidad de nuestro sistema penal el cual, ya de por sí, es inhumano en todo sentido, y saturado.

Pero yo no puedo dejar de sentir, ya como ciudadano normal, dejando al lado el privilegio de ser y pensar como abogado, que se siente bien que al fin un presidente haya tomado al toro por los cuernos y les haya dado una cucharada de su propio chocolate a las maras.

Solo dos casos se me vienen a la mente. En un municipio del norte de San Salvador, a dos chicas que iban a una fiesta las interceptaron, las raptaron, violaron y luego las descuartizaron, todo con la ayuda de alguna de sus jebas. Las fotos de las víctimas circularon en las redes y, como una película de terror, las partes mutiladas de las víctimas, desperdigadas en el suelo, eran un escenario macabro.

El otro caso, relatado en el libro “Crónicas negras” del periódico digital El Faro, sobre una niña de apenas 13 o 15 años, a la cual un marero la quiso como regalo de cumpleaños. La fueron a sacar los bandidos del aula donde recibía clases, en frente de sus compañeros, compañeras, profesor, y se la llevaron al jefe de la clica para que se gozara de ella como un monigote humano. Y no bastándole al animal haber cometido semejante atrocidad, se las cedió a sus “hommies”, de los cuales treinta violaron a la niña.

Pactos con las maras todos los han hecho: ARENA, FMLN y Nuevas Ideas, pero sólo este último partido ha sido quien al fin hizo algo contra ellos.

Me acuerdo de las manos duras tan celebradas por los gobiernos de ARENA, y el más estrambótico, cuando René Figueroa era ministro de algo que no recuerdo. Pero no pasó a más: pura propaganda barata. Tuve que defender a varios clientes. Un vendedor de minutas que fue capturado por la mala suerte de que, en el recorrido que los delincuentes llevaban en su fuga de las autoridades, se les atravesó, y la policía lo agarró arbitrariamente. O simplemente porque les pareció sospechoso, en otro caso. O peor aún, porque andaba de visita, o un taxista que les hacía un viaje a unos pandilleros, etc. Las mismas injusticias de ayer igual se cometen ahora. Nadie es inocente.

Así, entre planes mal hechos y treguas bastardas, los mareros se convirtieron en dueños absolutos de no poca parte del país.

Mientras la oposición sigue dándole al tema, el presidente se ha agenciado nuevos admiradores, asegurado a sus votantes y ganado más simpatía, y eso lo digo muy a pesar mío ya que no es santo al que yo le rece. ¡Cambien el discurso!

El fin no justifica los medios, porque ningún fin puede redimir y purificar todas las acciones antiéticas o criminales que se hayan cometido en el camino a obtener esos resultados que se aplauden, y eso es porque, con el pretexto de alcanzar una meta loable, se hayan quebrantado leyes, pasado por encima de derechos básicos de los humanos, rompiendo los sistemas democráticos, etc.

En ello estamos de acuerdo, pero no puedo dejar de sentir cierto agradecimiento porque al fin se les está demostrando a tan terribles especímenes (la misma encarnación de la maldad total y absoluta de la que puede ser capaz un ser humano), que no son más que eso: seres humanos, no son dioses, y deben responder con todo el peso de la ley por sus actos en el sistema, al cual ellos le han hecho tanto daño.