Otro amanecer más arrastró a Joaquín hacia la milpa. Caminando por la vereda de piedra y polvo, bajo el manto de los primeros rayos de luz de nuestra estrella, Joaquín meditaba sobre la conversación que el día anterior había sostenido con su hija María. Sus ojos, fijos en la tenue luz de su lámpara que le guiaba el camino, eliminaban las distracciones visuales, permitiéndole concentrarse en sus pensamientos. Mi nieto tiene todo por delante, yo en cambio, no tengo nada que pueda ver en frente de mí, dijo Joaquín, casi en silencio. Sintió frío de repente, y aceleró el paso para entrar en calor. Adelante lo esperaba su milpa, su ancestral medio de subsistencia. Abandonado desde la década los 80 por los distintos gobiernos, el sector agrícola y especialmente aquellos agricultores como Joaquín, familias de agricultores de subsistencia, se hundían en la pobreza y la desesperación. Mi mundo es diferente, mi mundo es campesino, se dijo Joaquín.

Recordó que la asistencia del Gobierno había llegado recientemente. Su amigo Rubén había llegado con las buenas nuevas de que este nuevo Gobierno haría las cosas de manera diferente. Nos cambiarán la vida, Joaquín, le había dicho. ¡Al fin este tu dios ha escuchado todos tus rezos y plegarias! Pero su amigo Rubén estaba equivocado, recibieron las mismas 8 “tareyas” de maíz y frijol con el fertilizante de siempre. Nada había cambiado, a pesar de las promesas de los gobiernos, tanto de izquierda como de derecha, desde hacía años, nada había cambiado. Lo único que quieren, pensó, es evitar que nos muramos de hambre o que nos levantemos como en el 32. A medida que se adentraba en sus pensamientos, más se convencía de la esterilidad en sus esperanzas de cambio. Más se convencía de la necesidad de que su nieto buscara horizontes más fértiles para su desarrollo. ¿Cómo he podido soportar una vida así? Sin vientos ni mareas que encausen mi progreso. Siempre he fracasado por la falta de oportunidades, porque esforzarme, sigue lo he hecho. Me he partido la espalda trabajando de sol a sol. ¿Y para qué? ¿A dónde voy con mis miserias? Joaquín llegaba al borde del camino, adonde cada uno de nosotros llega cuando no se tienen opciones. Sin esperanza y sin opciones, Joaquín renunciaba a la presencia física de su nieto, el hijo de los dioses.

Todo ese día se lo pasó bajo el sol, quemando la materia seca para desinfestar el suelo y así permitir que su nueva siembra se desarrollara sin plagas. Mientras trabajaba, rumiaba sus pensamientos acerca del futuro de su nieto. Por momentos, esbozando una sonrisa al recordarlo con su hondilla de 6 varas en gancho de guayaba, cazando aves o garrobos, mientras él doblaba las plantas de maíz. En esos momentos, vivía su feliz niñez a través de su nieto, miraba con sus ojos, pensaba con su cerebro. Como quiera que sea, la vida es buena, pensó.

Esa noche, después de cenar con su mujer y su familia, se sentó bajo el palo de almendro a fumarse un cigarro. Ese almendro, que de día abrigaba del sol y de noche cobijaba las estrellas. Se sentía despejado y tranquilo. Había tomado una decisión y el universo le decía que era la decisión correcta. Ana lo observaba desde la cocina. Sabía, y porque lo conocía como si lo hubiese parido, que a su marido algo le ocurría. Se acercó, sigilosa, despacito. Tratando de no interrumpir su momento de descanso y relajamiento. Joaquín presintió la presencia de su Ana. Su compañera, su amiga, su amante.

-Ya andan espantando por aquí.

-Ay no Joaquín, si solo te quiero hacer compañía, viejo amargado. Te veo muy distraído. Nada como los pecados de otros para distraerse, ¿verdad?

-Para nada, Ana. Es que he tenido un día duro con la milpa, además de estar pensando mucho sobre nuestro nieto y María.Se me cierran los caminos y solo veo mar y estrellas. No quiero que se nos vayan, pero tampoco quiero que mi nieto siga mi camino. No lo llevará a ninguna parte.

-Te entiendo, Joaquín, replicó María. Yo pienso lo mismo. El hijo de los dioses necesita tener al alcance de su mano el presente y el pasado, el pensar y el sentir de toda la humanidad.