Cada ser humano deja un legado en esta vida, indagar sobre la vida del Dr. Arturo Romero López ha sido enriquecedor. El Dr. Romero nació el 16 de junio de 1911 en el cantón Valle La Puerta, Tacuba, lugar en donde estudió; hijo del capitán del Ejército Federico Romero Avelar y Guadalupe López de Romero; se casó con Coralia Ávila con quien no procrearon hijos. El insigne salvadoreño estudió medicina en la prestigiosa Universidad de La Sorbona, París, Francia. En 1941 regresó a El Salvador, fue jefe de una unidad en el Hospital Rosales. Escribió en periódicos sobre temas sociales. Fue miembro fundador del Colegio Médico de El Salvador, intentó mejorar las condiciones de salud de los salvadoreños, aunque su mejor legado lo realizó en Costa Rica. Muchos anhelaban fuese Rector de la Universidad de El Salvador.

El 2 de abril de 1994 el Dr. Romero inicia junto con militares y otros personajes una rebelión contra el gobierno del dictador Maximiliano Hernández Martínez. Al Dr. Romero se le consideró el hombre símbolo de esa revolución. Gracias a su valentía derrocaron a Martínez. Con el Partido Unión Democrática (PUD) pudo verse convertido en Presidente de El Salvador.

Según relato del Dr. Marco Antonio Vásquez P. (Ahuachapán, enero de 1973), Romero triunfó en muchos ámbitos, a saber: “Conocí al Dr. Romero en el año de 1938, cuando él regresó de Europa doctorado en Medicina y especializado en enfermedades de la piel. Alto, moreno, bien parecido, elegante, con gran simpatía personal, tenía la palabra fluida y suave y, su conversación era amena e interesante. Sencillo era su trato y modesto su carácter. Después de nuestra primera entrevista, y aunque él se radicó en San Salvador, nos seguimos relacionando con bastante frecuencia... Su interés por su profesión corría parejas con su devoción por la libertad de los derechos del hombre. En París se empapó de la historia de Francia y profundizó en las causas de la Revolución Francesa”.

En Costa Rica realizó muchas actividades en el campo de la medicina. Relata Vásquez, M. (1973) “Nadie como él conoció nuestro pueblo y se identificó tanto con sus problemas. Conocía valles y poblados, caseríos y personas. Recorrió sin cesar su segunda patria de punta a punta prodigando a manos llenas su sabiduría y consejos. Su lenguaje era llano y su bondad ilimitada se traslucía en su conversación. Él quería resolver las penurias del prójimo y muchas veces lo vimos ayudando a los enfermos con su ciencia médica, sus consejos y su ayuda material, ya fuera medicinas o dinero de su propio peculio”. En ese país lo consideraron ilustre, magnífica persona y hombre de generosas actitudes de servicio humano. El 28 de septiembre de 1965 la Asamblea Legislativa de Costa Rica lo declara Ciudadano de Honor.

Parafraseando la publicación del periódico La Nación (22 de junio de 1959) En la Universidad de Costa Rica le entregaron el título de Profesor Honorario en la Facultad de Educación, por haber sido un maestro ejemplar, enseñando en aulas universitarias, escuelas públicas y comunidades. Según el blog El poder de la palabra “Escribe sobre dermatología tropical y enfermedades de transmisión sexual en revistas especializadas: Leishmaniosis tegumentaria en Costa Rica (Coautor, Revista Médica, 1946), La esporotricosis en Costa Rica, (Revista Médica, 1948), El nuevo tratamiento de pacientes luéticos durante la estancia hospitalaria en el San Juan de Dios. (Coautor, Revista Médica, 1954), etc.”.

Según Vásquez, M. (1973) “Murió pobre. No fue médico que guarda. Su ejemplar apostolado ha de servir para superarnos cada vez más en el trabajo y llegar a realizar lo que él con tanta fe anhelaba: mejorar la salud del campesinado por medio de la Educación Sanitaria. Vivió y murió, unido al pueblo de Costa Rica”. En esa nación, con valija en mano, curaba gratuitamente a muchas personas de escasos recursos económicos.

El 29 de junio de 1965 falleció junto con su esposa Coralia y una compañía de ballet en un accidente automovilístico en Choluteca, Honduras. Algunas escuelas de El Salvador llevan su nombre. Plazas, calles y escuelas en Costa Rica llevan el nombre del altruista médico. Profesionales puede haber muchos; empero, el legado de ese honorable tacubense es difícil superarlo. Recomiendo que el Concejo Municipal de Tacuba le otorgue el título “Hijo Meritísimo” al Dr. Arturo Romero López o le elaboren un busto en el parque de la ciudad. En Ahuachapán, por decreto municipal, fue declarado Hijo Meritísimo.