Cuando Paulo Freire, uno de los más significativos pedagogos del siglo XX, dijo que enseñar exige respeto a la autonomía del ser del educando, estaba implícito que este al ser educado a través del pensamiento analítico crítico, pudiera desde la dignidad de su autonomía seguir cuestionando y analizando por medio de la libertad de expresión. No basta con conocer un planteamiento sino lo llevamos a una reflexión, así también comprender la validez de lo cuestionado.

En la historia entramos de testigos o protagonistas y como exigencia existencial nos compete repensar lo pensado, ya que en la sucesión de eventos ocurrirá en algún momento la evolución y no la repetición de los hechos que llevaron a las condiciones desfavorecedoras en las sociedades.

En el deber ser, como lo es materia de Derecho, en una sociedad que continuamente ha sido defraudada en su confianza sobre ideologías y votos partidarios, se esperaría que esta hubiese levantado almenas de recelo histórico, siendo más cautelosa y con mayor participación a niveles de acciones ciudadanas.

No con esto evitando, la no conformación de nuevas propuestas. Ya que existe en un sistema político demócrata y representativo, la libertad de expresión y participación, la cual permite y exige la señalización de delitos cometidos anteriormente, sean estos por acción u omisión. De allí que en ciertos grupos o sectores sociales si existan almenas que repelen selectivamente lo que contraviene a sus estatutos como organización política, pero de esto, nada nuevo bajo el sol. Dentro del sistema con característica de participación, lo normal y sano es la existencia de oposición; siempre recordando que todo debe ser repensado aún ya lo pensado y que todo es cuestionable, nada es perfecto por estar bajo la sombra de la naturaleza humana que tiende a pintarse, para estos casos, de nacionalismos, cercenando voluntades y libertades en general.

De esta manera, por un pasado histórico con episodios lamentables, los demás gobernados no podemos ser inmutables e indiferentes ante a la euforia de sueños de héroes reivindicadores que generan emociones huecas, respaldadas en un paternalismo social y político que solo anula el pensamiento crítico, simplificando en buenos y malos. Coartando y ubicando el pronunciamiento en sentido de burla o sesgos polarizados.

Lo verdaderamente cierto es que, cuando la dignidad y autonomía de pensamiento está de por medio, es muy difícil coincidir con el histrionismo mediático. Cuando se es consciente de la realidad inmediata, el culto a una persona, familia o institución en razones de administración pública, es una afrenta al respeto de un pueblo que todavía camina con heridas profundas e ignoradas desde hace décadas, un pueblo que en ocasiones le da miedo ponerse de pie porque ha estado mucho tiempo de rodillas y que no es por falta de valentía, sino por una conveniencia que mancilla al final su misma dignidad, con la amenaza latente del mal pago para el buen servidor. Afrenta a una diáspora que sabe que los años de su ausencia jamás los recuperaran, menos aún los vínculos familiares y que ahora al volver ponen en movimiento los hilos del corazón de sentirse ni de aquí ni de allá.

¿Acaso no sabemos los motivos que propiciaron el conflicto armado que duró más de diez años? ¿Acaso no hemos entendido las causas y efectos de ser un país expulsor? ¿No hemos comprendido que la corrupción al máximo dejó al país a mereced de un escenario ideal para que proyectos oportunistas pretendan a través de mucho ruido redescubrir la hoja de ruta para un desarrollo sostenible, no sin antes indicar que es lo cuestionable y que no lo es? Creo firmemente que sí, que sabemos las respuestas a estas interrogantes y aún más, lejos de las interpretaciones que cada uno podamos tener de nuestro pasado histórico y presente como sociedad, sabemos que cargaremos con el peso de la historia como protagonistas al no repensar y expresar en su momento. El momento es hoy.