Cuenta la historia que en la ciudad de Madrid España en el siglo XVIII, vivía un hombre al que todos consideraban una persona con poca inteligencia, sin embargo, era inmensamente rico y acaudalado, de hecho su casa era un verdadero palacio rodeado de jardines en el centro. Cualquiera que llegaba a esa mansión, con sólo echarle un vistazo a la fachada, imaginaba que alguien muy importante y distinguido vivía allí. Una vez dentro, cada salón era más grande y ostentoso que el anterior. Enormes lámparas de cristal colgaban de los techos y exquisitos muebles llenaban todos los espacios.

Estaba claro que el dueño no había escatimado dinero en construir una de las mejores mansiones del país y le gustaba ser visitado por personas intelectuales, es así que invitó a uno de los escritores más reconocidos del momento y al recorrer todas las estancias y con cierta extrañeza, y sin arredrarse el intelectual le hizo un comentario al hombre rico. ¡Tienes una casa impresionante! Se nota que has mandado traer magníficos objetos y las mejores antigüedades de los más recónditos lugares del mundo, pero no he visto ni un solo libro en toda esta mansión... ¿Cómo es posible que no tengas una buena colección?

Continua diciendo el intelectual: Los libros son los mejores maestros que existen, pues resuelven todas las dudas, abren la mente y nos acompañan en la toma de decisiones: Tienes razón, respondió el hombre rico, pensativo ¿Cómo es que no se me ha ocurrido antes? Bueno... Todavía estás a tiempo dijo el intelectual. Tienes espacio de sobra para construir una librera y llenarla de libros, pero sobre todo que no falte una Biblia, que es libro de libros, dado que en ella encontrarás la vida eterna.

-¡Sí, eso haré! Ahora mismo mando llamar al mejor ebanista de la ciudad para que haga una librera de madera. Después, me ocuparé de comprar por lo menos 12 mil libros que abarquen todos los temas, desde las ciencias a la astronomía, pasando por el arte, la cocina y los viajes ¡Que no se diga que no soy un hombre culto!

Al pasar los días, los enormes estantes estuvieron listos ¡Ya sólo le faltaba colocar en ellos los libros! Uf, qué pereza tener que ir a comprar tanto libro... – pensó el hombre rico – ¿No será mejor poner libros falsos? En realidad, se verán igual que los originales y adornarán estupendamente el salón. Lo pensó durante un rato y al final se decidió en poner réplicas de los libros.

Es así como le mandó avisar al pintor, para que tomara tacos de madera de diferentes tamaños y que los recubriera con piel y luego escriba uno a uno, con letras doradas, el título de los libros más importantes de la literatura antigua y moderna ¡Parecerán tan reales que nadie notará la diferencia! Tres meses después, el pintor había concluido su trabajo. El dueño de la casa pensó que la obra había quedado tal y como él quería. De manera que las personas podían acercarse a tres centímetros y no darse cuenta de que los libros eran realmente una falsificación.

Decía el hombre rico ¡Qué elegantes quedan en mi salón!– se enorgullecía – No falta ni un libro importante, están todos aquí, incluso una réplica de la Biblia. Tan satisfecho se sentía, que una y otra vez hacía un repaso de todos los tomos, hasta el punto que se aprendió todos los títulos de memoria.¡Fantástico! Conozco todos los libros que tengo en la librería, ahora no soy solamente un hombre rico, sino un hombre sabio.

Y aquí termina la historia de este hombre, rico, al que en realidad, aprender le daba lo mismo. No fue más sabio por saberse los títulos, sino más ignorante por despreciar todo lo que en ellos se aprende.

La Biblia nos enseña, que hay una diferencia abismal entre ser inteligente y ser sabio, las personas inteligentes forjan sus capacidades tomando en cuenta únicamente la ciencia, la filosofía y las letras, pero desconocen a Dios, en cambio el hombre sabio entiende por el espíritu que nada ha sido creado sin la intervención de Dios, por ello Salomón siendo el hombre más sabio sobre la faz de la tierra dijo: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. (Proverbios 1:7)